El mundo según Bill Gates
El fundador de Microsoft y uno de los hombres más ricos del mundo, no le hace caso a las malas noticias.
De hecho, durante una entrevista en una friísima mañana neoyorquina, él tenía dos buenas noticias: una, el mundo está mucho mejor que antes y, dos, no, no está tirando su dinero.
Empecé con lo más obvio. ¿Cuánto dinero tiene? le pregunté. Más de 70 mil millones de dólares, me dijo. Además, ya ha donado –a través de la Fundación de Bill y Melinda Gates- más de 28 mil millones. Su plan es donarlo casi todo antes de morir. “Mis hijos han tenido una gran educación y seremos generosos con ellos”, me dijo este padre de 58 años de edad, “pero el dinero le pertenece a la sociedad e invertiremos en descubrimientos y programas que realmente ayuden al mundo.”
Gates es un hombre de números. Hace décadas vio el futuro y diseño los programas de computación que hoy dominan el planeta. Así hizo su dinero. Y aunque todavía es el chairman de Microsoft, hace años que dedica la mayor parte de sus días a ver como regala su fortuna.
¿Cuántas vidas ha salvado? “El trabajo que hemos hecho ha salvado 8 millones de vidas”, me cuenta sin subir el tono de la voz. “Y lo hacemos inventando nuevas vacunas…y ayudando a que esas vacunas lleguen a los niños más pobres.”
A pesar de esto, sus críticos aseguran que los Gates tiran su dinero, ayudando a países donde hay dictadores y sin efectos económicos a largo plazo. Y se lo dije: muchos creen que usted es un hombre bueno pero que está desperdiciando su fortuna. No estuvo de acuerdo.
“Yo me metí en esto con toda libertad y doy mi dinero de la manera que yo quiero”, me explicó. “Creo mucho en análisis y medidas. He visto estos programas de salud y agricultura y he decidido que es dinero bien gastado”.
Sí, dinero bien gastado a pesar de la corrupción. Para Gates, la corrupción ocurre en todos lados –incluyendo Illinois y Nueva Jersey- y es “como un pequeño impuesto y todos los programas de gobierno están sujetos a eso.”
Gates es agnóstico y, por lo tanto, no ayuda con la esperanza de irse al cielo. De hecho, me dijo que si el cielo existiera él estaría “gratamente sorprendido.” Su filantropía “no está basada en la idea del más allá. Creo que aquí en la tierra hay muchas vidas que podemos salvar… Es desafortunado que la gente no ve lo que hemos avanzado en los últimos 25 años; la pobreza se ha reducido, la gente vive más tiempo y el mundo se está convirtiendo en un mejor lugar.”
En la carta anual de su fundación, Gates hace una predicción: “En los próximos 20 años habrá ya muy pocos países muy pobres y de bajos recursos.” Pero según Gates esos cambios ya se notan, basta con ver las opciones que tenemos en los supermercados, el acceso a agua potable, a medicinas, a nuevos trabajos y la ventana al mundo en las redes sociales y medios de comunicación.
Las buenas noticias, me dice, son más difíciles de cubrir. Muchos creen que más gente muere en desastres naturales. “Es la naturaleza de las noticias”, asegura. La realidad es que más niños mueren por diarrea o enfermedades respiratorias fáciles de curar. Pero la buena noticia es que millones de vidas se han salvado con vacunas y acceso a cuidados de salud. Eso es lo que no aparece en la televisión o en la internet. Eso es lo que, generalmente, no cubren los periodistas.
Una de las cosas que más me sorprendió de Bill Gates es su absoluta certeza de que el mundo se puede mejorar. Sigue siendo un joven soñador. El se ha dado cuenta que sus billones han servido para algo.
Pero para este hombre que lo puede tener todo ¿hay algo que el dinero no pueda comprar? Aparentemente lo hay. “Uno siempre tiene la esperanza de que tus hijos (Jennifer 18, Rory 16 y Phoebe 11) tengan una carrera que verdaderamente les guste”, reflexionó, “o que tengan una gran pareja. Pero no tiene ningún sentido preocuparse por eso.”
Exacto. Bill Gates es un hombre muy pragmático. No se preocupa por las cosas que no puede cambiar. En los últimos años se ha concentrado en las cosas que sí puede cambiar. Veintiocho mil millones de dólares después, ya ha salvado ocho millones de vidas.
Y aún le quedan por gastar otros 70 mil millones más. Es su convicción de que aquí en la tierra se puede construir un pedacito del cielo.