El país de las fosas
Por: Jorge Ramos
Le llaman “la alberca” porque los cadáveres que encontraron en esa fosa estaban acomodados muy cerca el uno del otro.
Esa es solo una de las 120 fosas donde han hallado más de 253 cráneos y restos humanos en el estado mexicano de Veracruz. Es, quizás, el cementerio clandestino más grande de México. Pero el presidente, Enrique Peña Nieto, y su gobierno han actuado como si no fuera con ellos, como si todo hubiera ocurrido en otro país.
“Nos dijo una embajadora de un país europeo que con 50 muertos o menos ya estarían movilizándose totalmente las autoridades”, me comentó en una entrevista Lucía de los Angeles Díaz, la fundadora del Colectivo Solecito que descubrió las fosas clandestinas a finales del año pasado. “De hecho no hemos escuchado que se haya pronunciado el presidente Peña Nieto. Seguimos en el anonimato porque las autoridades encargadas de reconocer la severidad del problema, no lo han hecho.”
En México no pasa nada y todos los días son día de muertos.
Lucía de los Ángeles tiene un segundo nombre exacto. Ella está al frente del grupo de unas 150 madres que buscan a sus hijos desaparecidos. Lucía puso un sol en la foto de su perfil en las redes sociales, para infundir esperanza en las madres, y de ahí surgió el nombre del Colectivo Solecito.
El año pasado una persona, que no quiso ser identificada, les dio un mapa con muchas cruces. Siguiendo una corazonada y con mapa en mano, llegaron hasta la colina de Santa Fe en Veracruz. Ahí estaban las fosas.
La gran frustración es que no hay un presupuesto oficial para identificar a la mayoría de las víctimas en esas fosas. ¿Cómo se le pregunta a una madre si ella cree que su hijo está enterrado ahí?
Hace casi cuatro años que Lucía no ve a su hijo Luis Guillermo. Le llamaban cariñosamente el “DJ Patas”. Lo invitaban a tocar en las mejores fiestas de Veracruz. Pero el 28 de junio del 2013, tras salir de madrugada de un evento, sujetos armados lo secuestraron. La esperanza es que fuera un secuestro exprés, con visita a varios cajeros automáticos y un buen susto para contar a sus amigos. No fue así.
Lucía, como muchas de las madres, se resiste a creer que Luis Guillermo está en una de esas fosas. Con precisión científica me recuerda varios casos históricos de desaparecidos que son encontrados años más tarde y la absoluta falta de pistas para dar con el paradero de su hijo.
Lucía no llora en la entrevista. Este no es el momento de llorar. “Nosotras no cuestionamos lo que hacemos”, me dijo, “lo hacemos porque somos madres. Nosotras luchamos y seguimos buscando hasta encontrar.”
La doble tragedia de las familias de los desaparecidos radica en perder a un familiar y en no contar con las autoridades para resolver el crimen. “Todo está sucediendo con la anuencia de la federación”, me dice Lucía, vestida impecablemente de blanco y con una foto de su hijo en la solapa. “Es muy desafortunado tener gobiernos que no te representen, tener gobiernos que no vean y que no rindan cuentas”.
México ha perdido su capacidad de sorpresa. El otro día, mientras reportábamos en Estados Unidos sobre las fosas que encontraron en Veracruz, esperaba ver protestas masivas en las calles mexicanas, al menos una investigación independiente en el congreso y una explicación del presidente, en televisión nacional, enumerando sus planes para identificar los cuerpos y encontrar a los culpables. Pero me quedé esperando. No pasó nada.
México es el país de las fosas. El sexenio de Enrique Peña Nieto es ya uno de los más violentos de su historia moderna. Hasta el momento han sido asesinados 77,316 mexicanos, según cifras oficiales, y 5,591 han sido secuestrados.
Si hace dos años y medio desaparecieron a 43 estudiantes de Ayotzinapa y todavía no saben donde están ¿qué podemos esperar, entonces, sobre el hijo de Lucía?
¿En qué país encuentran unas fosas clandestinas con 253 cadáveres y todo sigue igual? No es normal que en un país maten y secuestren a sus jóvenes. México se ha acostumbrado a eso pero no es normal.
Hace poco el presidente Peña Nieto dijo que “pareciera que viviéramos en el peor de los mundos cuando, realmente, no es así”. ¿No es así? Pregúnteles a Lucía y a las otras madres del Colectivo Solecito. Pregúnteles, por favor.