La promesa del 5 de mayo
El Cinco de Mayo es un día raro en Estados Unidos.
Muchos norteamericanos lo usan como excusa para ir a bares a tomar cerveza mexicana, comer chips con salsa y ponerse un sombrero de charro. Y muchos políticos lo aprovechan para hablar de los latinos y de nuestra creciente influencia en este país. Tras mucho insistir, ya no celebran la independencia de México sino esa única batalla que los mexicanos le ganamos a los franceses en un estado que, para muchos estadounidenses, es casi impronunciable.
El pasado Cinco de Mayo no fue la excepción. Al contrario, nos regaló un adelanto de cómo podrían ser las campañas presidenciales antes de la votación en noviembre del 2016. Fueron dos maneras muy distintas de tratar de enamorar al votante hispano. El republicano Jeb Bush envió en las redes sociales un mensaje en un perfecto español sobre cómo ha aprendido a amar y respetar a México, el país de origen de su esposa Columba. Y la demócrata Hillary Clinton, en inglés, pronunció un fuerte discurso sobre cómo ayudaría a los inmigrantes indocumentados.
La verdad, Hillary fue mucho más allá de lo que se esperaba. Prometió -como Barack Obama- luchar en el congreso por una reforma migratoria que le permita hacerse ciudadanos norteamericanos a la mayoría de los 11 millones de indocumentados. “No se equivoquen,” dijo. “Hoy ningún candidato Republicano, declarado o potencial, está apoyando clara y consistentemente un camino a la ciudadanía (para indocumentados). Ninguno.” Pero luego fue mucho más allá que el mismo presidente Obama.
“Si el Congreso se rehúsa a actuar”, continuó, “como Presidenta yo haré todo lo posible bajo la ley para ir más lejos. Hay mucha gente -como los padres de los Dreamers (o estudiantes indocumentados)…- que merecen una oportunidad para quedarse en este país. Yo también voy a luchar por ellos.”
La acción ejecutiva de Obama -que ayudaría a más de cuatro millones de indocumentados- está atorada en las cortes. Pero Hillary dice que haría aún más y ayudaría a más inmigrantes.
Llamémosle “la promesa del Cinco de Mayo”. Ahora falta aterrizar ese plan. ¿Cuándo y cómo? ¿Lo haría durante sus primeros 100 días en la Casa Blanca? ¿Detendría las deportaciones hasta lograr la reforma migratoria? Hay que ponerle una fecha límite y mecanismos muy concretos para que se cumpla.
Pero el problema de Hillary es Barack Obama. El hizo una promesa parecida en el 2008 y no la cumplió. Por eso, cuando muchos latinos oyeron el discurso de Hillary, dijeron: “No creo nada; ese cuento ya lo oí antes”.
Además de que hay un problema de credibilidad, hay otro legal; todos sabemos que Hillary -si gana- solo sería presidenta, no reina. Las cortes y el congreso podrían bloquear sus mejores intenciones. Si eso ocurriera, “la promesa del Cinco de Mayo” se evaporaría y no lograría absolutamente nada.
Pero lo que sí logró la promesa de Hillary es diferenciarla de todos los candidatos Republicanos y los puso en serios aprietos ante el electorado latino. ¿Será posible que Hillary tenga una propuesta migratoria mucho más comprensiva y compasiva que dos candidatos presidenciales que son hijos de inmigrantes -Ted Cruz y Marco Rubio- y que Jeb Bush, cuya familia es latina? Ningún candidato Republicano se va a salvar de que le preguntemos qué promete para los indocumentados a cambio de nuestro voto y de que comparemos su respuesta con la propuesta de Hillary. Y no hablar de inmigración no es una opción.
Así es esto. ¿Qué nos van a dar a cambio de nuestro voto? No basta decir unas palabritas en español o promesas vacías. Nos quemamos antes pero ya aprendimos.
Todos los candidatos están tratando de enamorar desde ahora a los latinos porque saben perfectamente que ellos podrían definir la elección. Las matemáticas son sencillas. Obama le ganó a Mitt Romney en el 2012 por casi cinco millones de votos. En el 2016 habrá cerca de 16 millones de latinos yendo a las urnas, más que suficientes para poner a cualquiera en la Casa Blanca.
Se los dije: el Cinco de Mayo es un día raro. Fue un día de promesas y ahora hay que oírlos a todos. Pero no nos vamos a olvidar. Y si no nos creen, pregúntenle al presidente Obama lo que pasa cuando nos prometen algo y no cumplen.