Hablando de la familia
Por: Juliana Henao
Siempre se ha escuchado que la familia es el núcleo de la sociedad, que en la familia se encuentran los más grandes valores y el mayor apoyo que un individuo puede encontrar, y puede que esto sea válido para algunos, pero no es la historia de todos.
La familia puede por un lado fomentar el crecimiento sano de sus miembros, pero por otro lado puede limitar las capacidades individuales, transmitir conceptos errados sobre cómo deben ser las relaciones e incluso puede dañar la salud mental y emocional.
Si bien es cierto que no hay una forma específica de ser el perfecto padre o la perfecta madre, si hay unos delineamientos generales que invitan a la reflexión sobre la familia y el papel que deben asumir los diferentes individuos que hacen parte de ella.
El propósito de la familia es ofrecer un lugar de amor y seguridad para cada uno de los que hacen parte de ella, esto implica que tanto los padres como los hijos deben sentir que no corren peligro, que están a salvo y pueden contar el uno con el otro.
La familia debe ser un lugar donde se busca el bien común de sus integrantes, donde cada uno puede ser feliz y desarrollar todo su potencial.
La familia debe ser un lugar de aceptación, donde se respeten las diferencias. No se pueden imponer ideas y costumbres rígidas que crean resistencia y pueden llevar a que hijos que se comporten de manera sumisa solo para complacer a sus padres, pero que viven infelices e inseguros de lo que en verdad quieren.
O que generen comportamientos rebeldes que pueden terminar en agresión física o verbal. En este punto puede verse la familia como un centro de debates donde cada uno exprese sus intereses, sus verdades, pero se elija en conjunto lo que es mejor para todos.
La misión de los padres es crear un ambiente sano de crecimiento, educar seres humanos independientes, brindar apoyo, dar seguridad, desarrollar el pensamiento creativo y analítico.
La misión de los hijos es agradecer a sus padres el regalo más grande que les dieron: la vida, mostrar respeto, multiplicar la solidaridad aprendida de los padres, ser independientes y asumir su propia realidad.
Si el integrante de una familia no se siente seguro en casa, si siente que no recibe el apoyo que requiere, que si no puede expresarse libremente, sino puede opinar diferente, si no puede ser él o ella, entonces es el momento de observar que algo no está del todo bien, y empezar a tomar acciones.