La critica
¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, cuando tú mismo no miras la viga que está en tu propio ojo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano. Lucas 6:42.
¿Has pasado un solo día sin juzgar…? Posiblemente tu respuesta más sincera sea que no. Y es que una de las actividades más fáciles que hacemos como seres humanos es criticar a los demás. Criticamos por todo y por nada. Criticamos la manera de vestir, criticamos los modales, criticamos el estilo de vida, criticamos sin piedad y sin razón. Todos en algún momento lo hemos hecho y posiblemente hasta nos hemos reído e incluso aunque no lo expresemos verbalmente, lo hemos hecho en silencio, en nuestra mente.
¿Pero a qué se debe la crítica? La crítica nace de la falta de respeto hacia el otro, a la soberbia de creernos mejor que otros en muchos aspectos y a la ausencia absoluta de reconocer la voluntad Divina. No hay nada que nos aleje más de la paz y de un crecimiento espiritual que la crítica que a diario hacemos a los otros.
¿Pero cómo puedo dejar de criticar? Como muchos otros hábitos malsanos que hemos adquirido a través de los años, criticar de un día para otro no será tarea fácil implica antes que nada estar alerta a cualquier pensamiento que nos lleve a juzgar al otro, ya sea que lo verbalicemos o simplemente lo pensamos. Incluso a no criticarnos a nosotros mismos por nuestras propias acciones.
El estar atentos a cada uno de nuestros pensamientos, nos permitirá identificar patrones de crítica. Por lo general criticamos personas o situaciones que tienen similitud con algunas de nuestras experiencias de vida que nos ha causado dolor, o representado carencia. Por ejemplo si estamos viviendo una situación difícil económica o emocional y nos encontramos a alguien feliz la mayor parte del tiempo, la criticaremos porque desde nuestra concepción nadie puede ser feliz, y diremos frases como: “Seguro está fingiendo, nadie tiene la vida perfecta, oculta algo…” porque la carencia en la que vivimos no nos permite ver la abundancia a nuestro alrededor y mucho menos reconocer que otros han podido crear una vida diferente.
Identificar dichos patrones de critica nos permitrá ver con claridad que nos causa dolor o incomodidad y entonces podemos empezar a aceptar la realidad en la que nos encontramos.
Herman Hesse en su libro Demian decía “Cuando odiamos a un hombre, odiamos en su imagen algo que llevamos en nosotros mismos.” Así cada vez que criticamos a otro, estamos criticando en ellos lo que no somos capaces de reconocer que estamos haciendo de forma no tan adecuada.
Luego de reconocer estos patrones de crítica, el siguiente paso es empezar a practicar el respeto absoluto. Esto significa que respetemos el libre albedrío de cada persona, que respetemos la decisión que cada persona a nuestro alrededor hace: el respeto absoluto implica que veamos en los otros la presencia de Dios. Que podamos ver los otros con compasión y comprensión. Y esto lo logramos en la medida en que trabajemos más en nuestro propio crecimiento espiritual y emocional. Así estaremos tan ocupados en nosotros mismos que no tendremos tiempo para mirar las fallas de los demás y sus comportamientos.
El no criticar no significa estar de acuerdo con los demás en todo, se puede y tiene total validez tener puntos de vista diferente, lo que cambia es la forma de estar en desacuerdo. Podemos tener puntos de vista diferentes, pero seguiremos reconociendo el valor que el otro como persona tiene y podemos entender porque su punto de vista y si no lo entendemos, podemos sentir empatía.
La práctica diaria del respeto absoluto nos llevará a una vida más tranquila y de paz con nosotros mismos y los demás.
¿Qué tal si hacemos el ejercicio juntos de no criticar al menos por las 24 horas siguientes?