La envidia
Por: Juliana Henao
La envidia de acuerdo al diccionario de la Real Academia se define como la tristeza o pesar del bien ajeno o el deseo de algo que no se posee. En la religión católica se considera uno de los siete pecados capitales. En la psicología se considera la envidia como un resultado de los sentimientos de inferioridad vividos durante la infancia y que repercuten en el comportamiento adulto cuando no se es reconocido por los otros en cualquier área.
En el budismo la envidia es considerada como una emoción perturbadora que impide la paz mental y que en algunos casos está asociada con los celos y la codicia promoviendo la competitividad.
Matthieu Ricard, maestro budista dice “la envidia y los celos proceden de la incapacidad fundamental de regocijarse por la felicidad o el éxito ajeno.”. Y algunos otros autores definen a la envidia como la ausencia de reconocer en sí mismo el potencial que se tiene para alcanzar lo que se desea.
Independiente de las diferentes perspectivas de cómo se mire la envidia todas coinciden en que causa malestar para quien la siente, muchas de las veces este malestar esta acompañado de un sentimiento de creerse especial y merecedor de lo que el otro tiene, viendo al otro con desprecio e inferior.
Esta visión puede generar otros sentimientos de rencor, odio y frustración. En la mayoría de los casos las personas tienden a pensar que los otros sienten envidia de ellos, y crean un muro falso de privacidad y protección para no ser alcanzados por la envidia.
Sin embargo, la persona nunca se detiene a pensar cuando es ella que siente envidia por los demás, ya sea porque quiere tener el mismo éxito que su amiga, amigo, vecino o pariente tiene en su desempeño personal, o porque tiene una pareja estable, o porque tiene la facilidad de viajar, o porque genera más ingresos, o porque tiene un cuerpo de atleta.
En todas estas situaciones la persona que siente la envidia tiende a disfrazarla atribuyendo la fortuna del otro como temporal o porque todo lo que logro lo hizo a través de la manipulación, así puede atribuir el éxito financiero del otro porque realiza actividades ilegales, o el ascenso porque tuvo relaciones intimas con el jefe, por citar algunos ejemplos.
La persona que siente la envidia no desea reconocer su propia vulnerabilidad, y que puede albergar sentimientos de esta índole. Si la persona realmente quiere hacer un cambio no basta con admitir que siente envidia, lo primero es cambiar su visión hacia los otros, verlos desde una mirada de igualdad, ver en los otros el merecimiento que tienen de vivir bendecidos y en alegría.
Segundo, trabajar en el medio que genera verse vulnerable ante los demás, esto implica aceptarse en su forma más pura de amor incondicional hacia sí mismo. Tercero, no compararse con los demás.
Cada uno tiene unos talentos y habilidades específicas, si bien cada uno es especial porque es único e irrepetible, como humanidad todos son iguales y no hay seres especiales. Cuando se entienden este concepto la envidia deja de tener sentido porque cada uno se concentra en su propia vida y su rol en su entorno más inmediato.