Ruido y distracción
Por: Juliana Henao
Vivimos en un mundo de ruido y distracciones donde pocas veces escuchamos y nos escuchamos. Nos perdemos entre el hacer, en un corre y corre de acciones sin sentido, y en donde más alto se grite para así evitar vernos en el silencio donde podemos encontrarnos con quien realmente somos.
Buscar momentos de silencio, de reflexión, de quietud nos ayuda a estimular la escucha activa como una forma de comprendernos y comprender el mundo en el que existimos.
El primer paso es acallar nuestros pensamientos, que nos ahogan con su retoricas defensivas, nos llevan a asumir juicios y posiciones, casi siempre desde la defensiva, desde la perspectiva de que somos los únicos que conocen la verdad y que nos hacen edificar paredes invisibles que nos separan de un conocimiento de nosotros mismos y nos aísla de los demás.
Para ellos podemos recurrir a la oración, a la meditación, a la práctica de estar en silencio, pueden ser por cortos periodos de tiempo.
Pueden ser de 5 a 10 minutos diarios donde no estemos conectados a ningún equipo electrónico y no entablemos diálogo con otra persona. Así poco a poco ejerceremos el escuchar nuestra alma.
La mayoría de nuestros pensamientos están marcados por nuestros propios egos, y las creencias que hemos escuchado de otros. Pocas veces escuchamos nuestra intuición, o nuestra alma.
Segundo, con el dialogo interno acallado nos damos la oportunidad de acercarnos a otros, de explorar otras verdades, de escuchar otras versiones, de pasar los umbrales de la tolerancia y la aceptación, para vivienciar la comprensión y la compasión de las diferencias y el enriquecimiento que otras perspectivas traen a nuestra vida.
Cuando estemos en presencia de otras personas, acallar nuestros juicios y creencias, nos ayuda a deslumbrar la verdadera esencia de nuestro interlocutor. A separar sus propios juicios de su esencia. Cuando logramos ver al otro en su vulnerabilidad desde la compasión empezamos a construir puentes de relaciones sanas y edificantes.
Tercero, disfrutar de los beneficios que nos ofrecen los ejercicios de acallar los propios pensamientos y compartir el escuchar a otros, para crear espacios de convivencia donde hay espacios de bienestar y el desarrollo de un bien común, y por ende una sociedad más vivible.