¿Se agotan las soluciones a la violencia armada?
María Isabel Pérez
De nuevo el tema de los tiroteos. ¡Sí! El tema se ha vuelto repetitivo. Cada vez que una nueva masacre sucede, todos comenzamos a dar nuestras opiniones sobre lo que se debe hacer para evitar que víctimas inocentes caigan a consecuencia de las balas o para neutralizar a los tiradores.
El caso es que da vez es más frecuente. No terminamos de lamentarnos de una, cuando ya estamos viendo cuántos muertos dejó la siguiente y así, cada día se pasa en los Estados Unidos, sin que se pongan de acuerdo frente a un problema endémico en que se ha convertido la violencia de armas.
Sin duda, la muerte de 19 niños y dos maestras en una escuela de Uvalde, en Texas, nos puso a reflexionar como ha sucedido antes sobre este fenómeno que se da solamente en los Estados Unidos. Como madre alcanzo a imaginar en el dolor de esas familias que perdieron a sus pequeños, cuando se suponía estaban seguros aprendiendo en la escuela.
¿Entendemos que la Constitución garantiza el derecho a poseer un arma en defensa propia, pero hasta qué punto, este derecho se ha vuelto en contra de los estadounidenses? Lo digo, porque es como un círculo vicioso.
La gente compra armas para protegerse de la gente que tiene armas. Esto ha convertido a la población civil de los Estados Unidos, es la más armada del mundo. Y allí, las consecuencias.
Si van manejando en la carretera y alguien pita o les hace mala cara o los quieren rebasar, dispara. Si se forma una discusión en un bar, una fiesta, se dispara. Si hay confrontación en casa, se dispara. Ya hasta los niños encuentran una pistola por casualidad y la disparan.
La paranoia de sentirse amenazados ha llevado a esta sociedad a presenciar la violencia armada como el pan de cada día. Es triste decirlo, pero sí, parece que los tiroteos son la respuesta a cualquier conflicto entre ciudadanos.
¿Pero qué hay de estas masacres intencionales o producto de mentes perturbadas, enfermas? Desafortunadamente gran parte de los agresores han adquirido sus armas legalmente.
Es decir, el sistema les permite comprarlas sin que nadie sepa con qué intenciones o de qué manera van a usarlas. Es más, cada vez las leyes de control de armas desaparecen en lugar de hacerlas más estrictas.
Leí que, de nuevo, las masacres han llevado a que más personas compren armas para protegerse de quienes llevan armas y pudieran usarlas contra ellos. Es el circulo peligroso al que me refiero y ello ha dado lugar a un muy buen negocio. Y a que los defensores de las armas están más firmes que nunca en evitar que se las quiten de sus manos.
Si bien la compañía de armas de Georgia, donde se supone fue fabricada el arma con que se cometió la masacre de esos menores en Uvalde, tal vez no sea responsable directo de lo que pasó, por poner un ejemplo.
Este es un problema complejo, nacido casi que al mismo tiempo que el país. Se adquiere un arma porque se presume que alguien va a intentar algo en contra en una eterna paranoia que ha traído trágicas consecuencias.
Algunos países aprendieron de sus errores. El Reino Unido, Australia, prohibieron las armas tras vivir masacres que tiñeron de sangre la tranquilidad ciudadana. Pero tras lo cual no han vivido este tipo de tragedias que son recurrentes en los Estados Unidos.
Y no significa que estas naciones no tengan personas con problemas mentales o delincuentes, solo que no acceden a esas armas que son capaces de acabar con la vida de muchos en poco tiempo. Una lección de la cual se habría que aprender.
Mientras tanto, escuchamos muchas opiniones y pocas soluciones. Tal parece que estas se están agotando y que tocará resignarse a que estas tragedias sean parte de la vida diaria del país.