Teatro político de Trump ante el Covid-19
Por: Maribel Hastings
Para el presidente Donald Trump, hasta contraer el Covid-19 se convierte en un teatro político, donde sigue sin importarle el bienestar de quienes están a su alrededor para seguir agregándole capítulos al reality show que es su presidencia.
Casi 210,000 estadounidenses, un gran porcentaje de ellos hispanos y afroamericanos, han muerto por este virus, sin contar con el lujo, como Trump, de recibir trato preferencial en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed, gracias a quienes sí pagamos impuestos, contrario a Trump, y con acceso a tratamientos experimentales que un ciudadano común no podría costear aunque quisiera.
Desde que comenzó la saga del Covid de Trump lo único que ha hecho la Casa Blanca es ocultar no solo el verdadero estado clínico del presidente, sino las fechas y cómo, a pesar de haber estado expuesto al letal virus, siguió haciendo eventos de campaña y de recaudación de fondos, exponiendo quién sabe a cuántos incautos que por alguna razón pensaron que el presidente y la Casa Blanca eran inmunes al Coronavirus.
Trump, a toda costa, quería evadir el tema del Covid y de la negligencia de su gobierno en el manejo de la pandemia, pero terminó infectado, de manera que ahora se trata de cómo sacar ventaja política del asunto.
Así, Trump, que quiere dar esta imagen de invencible, a quien ni siquiera el Covid puede tumbar, decidió sacar partido de su estadía en el hospital. Primero vinieron las fotos de él firmando papeles en blanco, haciendo creer que estaba trabajando. Una estrategia que suelen emplear los caudillos cuando comienza a regarse como pólvora que están enfermos, incapacitados o al borde de la muerte. Algo más común en Rusia o en Corea del Norte que en Estados Unidos.
Y luego, decide dar una vueltita en el vehículo presidencial herméticamente sellado, para “saludar” a sus fieles seguidores que se han apostado en los alrededores del hospital para darle apoyo. Se pueden apreciar al interior del vehículo dos agentes del Servicio Secreto con mascarillas, y muchos dirán que el trabajo de ese Servicio Secreto es transportar al presidente de un punto A a un punto B seguro, pero es su misión cuando es necesario transportarlo. Pero la vueltita de Trump infectado de Covid no era necesaria. Trump solo lo hizo por su ego, para demostrar que sigue en pie, así exponga a los agentes y, en consecuencia, a sus familias.
Claro está que a Trump le urge el teatro porque llevaba meses burlándose de su rival demócrata, Joe Biden, por usar mascarilla. Biden, a quien Trump quizá también expuso pues se reveló que el martes, cuando se llevó a cabo el primer debate presidencial, Trump seguramente ya estaba infectado, no quiso usar mascarilla y ni él ni su familia se sometieron a la prueba del Covid al llegar a la sede del debate.
Trump se ha dedicado a tildar a Biden de senil y de carecer de energía, y se ha burlado del exvicepresidente por protegerse a sí mismo y a los demás utilizando mascarillas.
Tampoco le habrá sentado bien escuchar la cobertura noticiosa que lo describe como un hombre de 74 años, obeso y con condiciones cardiacas que está entre los grupos de mayor riesgo. En consecuencia, la demostración de fuerza.
Es decir, este presidente sabía cuán letal es este virus y se dedicó a minimizarlo por fines político-electorales. Le han importado un comino las casi 210,000 muertes, muchas de las cuales pudieron evitarse tomando medidas precautorias más restrictivas antes de marzo, cuando él tenía conocimiento de que nos enfrentábamos a un virus asesino.
Siguió llevando a cabo eventos de campaña y rallies sin mascarillas y distanciamiento social contribuyendo a no frenar el contagio. No solo se contagiaron él y su esposa, sino miembros de su círculo más cercano de asesores, quién sabe si sus familias. Y de los asistentes a sus rallies ni se diga.
Hay personas que se han contagiado tomando todas las precauciones y otros, como médicos y enfermeras, que han muerto en el cumplimiento de su labor de ayudar a otros. Retar las guías básicas ha sido un acto de arrogancia e irresponsabilidad de este presidente.
Porque lo que hemos visto es que, aun enfrentado el virus no hay un momento de solemnidad ni de autorreflexión, ni de seriedad. Ha sido un espectáculo donde no ha habido transparencia con el pueblo a menos de un mes de las elecciones.
Y ha sido una falta de respeto para las decenas de miles que sucumbieron al virus y murieron solos, sin muestras de apoyo en las afueras del hospital, ni photo ops, y sin la atención médica de lujo de la que goza un presidente que solo quiso retar a su suerte.