Promesa cumplida
Por: María Isabel Pérez
Setenta años es mucho tiempo. Pero esos fueron los años que la Reina Isabel II estuvo al frente del trono como símbolo de una monarquía para algunos en decadencia, pero muy arraigada en la cultura inglesa desde hace miles de años. Y lo hizo con el compromiso asumido desde su juventud demostrando una personalidad aplomada y discreta a prueba de un mundo cambiante y complicado.
Durante todo su tiempo al frente de la corona inglesa, mandatarios de otras naciones coleccionaron fotografías con ella, en un ritual que debía cumplirse para la posteridad. Vivió la transformación de su propio país, del mundo.
Se reunió con 4 papas, vio pasar 15 primeros ministros en el Reino Unido, 14 presidentes de los Estados Unidos, presidió 112 visitas de Estado, incluso tiene el récord, entre otros tantos, de ser la primera monarca inglesa en visitar China.
La reina Isabel presenció la ida a la Luna, la aparición del Internet, la caída del Muro de Berlin, y tantos otros hechos que muchos de sus contemporáneos no tuvieron la oportunidad de presenciar y difícilmente otro mandatario podrá igualar.
Aunque en materia de sucesión no habría sido reina de no haber sido porque su tío claudicó al trono, por amor, cediendo la corona a su hermano y padre de Isabel II, quien a su vez lo tomó a la edad de 25 años, cuando su progenitor murió mientras dormía.
Pero su devoción por su país, lo expresó a muy temprana edad, cuando cumplió sus 21 años, y su padre era Rey. En su primer discurso como princesa y quizás el más personal que haya pronunciado, prometió dedicar su vida, fuera corta o larga al servicio de su nación. Nunca se imaginó que lo cumpliría hasta su último suspiro.
Su compostura fue admirada a través de las décadas de su reinado. Nunca manifestó enojo o demasiado entusiasmo, frente a hechos trascendentales. Aunque fue duramente criticada cuando murió la Princesa Diana, en parte porque no estaba en Londres cuando ocurrió la tragedia y fue hasta días después que se dirigió a su pueblo haciéndolo de manera decorosa.
Estos escándalos que han rodeado a su familia, el divorcio de su hijo, hoy, Rey Carlos III, el caso de su hijo el príncipe Andrew involucrado en un caso de prostitución de jovencitas en Estados Unidos, la renuncia de su nieto, Enrique a sus compromisos reales, en beneficio de su esposa, la actriz americana, Meghan Markle, fueron algunos de los muchos hechos cercanos que le tocó enfrentar.
No obstante, tales escándalos, la Reina Isabel II, guardó siempre una discreción y dominio propio, que quizás es la característica más importante con la cual será recordada por siempre.
Sobre ella se ha hablado de todos los tópicos, se han escrito libros, artículos, comentarios, coincidiendo en que fue una figura permanente en un mundo cambiante. Sin embargo, poco se conoce y se ha hablado de su visión personal sobre tales acontecimientos.
De hecho y aunque muchos le cuesten creerlo, en sus 70 años de reinado nunca concedió una entrevista. Solo se conocieron sus intervenciones en sus visitas a los países de la comunidad de naciones, sus alocuciones a través de los medios de comunicación sus saludos de las fiestas de navidad o nuevo año o recientemente con motivo de la pandemia.
A parte de eso fue poco lo que escuchamos de ella, de manera personal. Nunca sucumbió a las cámaras o los micrófonos, nunca fue su interés ser parte de las noticias, llenando de frustración a los periodistas y la industria de medios, que se quedaron con las ganas de preguntar y escuchar sus respuestas en esas 7 décadas que tuvo el privilegio de reinar.