Si puede votar, ¡vote!
Por: María Isabel Pérez
Cuando se está a las puertas de una jornada electoral en los Estados Unidos, llegan a mi memoria los recuerdos de las pintorescas jornadas democráticas de mi país natal, que supongo, son similares a las que se viven en la mayoría de los países latinos.
Mis primeros recuerdos me traen la imagen de mi padre regresando a casa con un poco de su dedo índice tinturado de rojo, tras haber cumplido con su deber democrático. Esto, porque en la mesa de votación, una vez se depositaba el papel con el nombre del candidato de su preferencia, el votante encontraba un frasco de tinta, que, en mi país, o al menos en lo que me acuerdo, siempre fue rojo.
Entonces, el votante debía mojar la punta de su dedo índice como señal que había participado. Pero algunos más alegres, optaban por introducir el dedo completo, demostrando la emoción que les provocaba valer su derecho a elegir el candidato de sus preferencias. Esa era la costumbre. Solo a los religiosos se les permitía usar el dedo meñique.
Entiendo que la tinta era hecha a base de nitrato de plata, alcohol, color y podía permanecer durante más de dos días en la piel, y en la uña hasta varias semanas. Durante algunas décadas, este tinte electoral fue la herramienta para evitar el fraude, impidiendo que el votante acudiera a depositar su voto más de una vez.
Muchos países han practicado este método, pero ha sido discontinuado a medida que se han adoptado nuevas maneras de garantizar la transparencia en las elecciones.
Sobre todo, la mancha electoral funciona y ha funcionado en países con problemas de identificación o de control en las urnas y tiene como propósito evitar el voto doble. A la vez, permite saber quién ha cumplido con su participación democrática.
Sin embargo, en sociedades con más tecnología y con otros sistemas de votación como en Norteamérica, dicho método o técnica no ha tenido cabida. Allí hay otras maneras de evitar el fraude, aunque siempre hay quienes ponen en entredicho la transparencia, o surgen acusaciones de los perdedores que las elecciones fueron robadas.
Como quiera que se vea, el proceso electoral estadounidense, con las nuevas leyes electorales que han surgido en los estados, tratando de controlar el voto ausente, con toda la tecnología y los observadores del proceso, este debería ser un ejemplo de transparencia.
Las elecciones intermedias para elegir Senadores y gobernador de Georgia serán sin duda una prueba de fuego en muchos sentidos. Servirá para comprobar la eficacia de la recién adoptada nueva ley electoral en el estado.
Servirá para medir las fuerzas entre republicanos y demócratas. Mostrará el trabajo y liderazgo de las nuevas fuerzas democráticas que se han abierto camino en los últimos años y su influencia local.
Pero, especialmente, servirá para que usted demuestre que su comunidad le importa, porque, al fin y al cabo, al elegir está demostrando que tiene representación en las decisiones gubernamentales, y por ende en el futuro por venir.
No importa si cuando regrese a casa no tenga la mancha electoral en el dedo índice, porque, en cambio, tendrá el sello en su corazón que acudió a la cita democrática pensando en el bienestar de su gente. Es un votante, en toda la dimensión de su significado.