Alto a las detenciones infantiles
«Dejad que los niños vengan a mi», dijo Jesús, «porque de ellos es el reino de los cielos». Pero, aparentemente, los niños no son más bienvenidos en los Estados Unidos.
Los Adventistas del Séptimo Día consideran cuidar y proteger a los niños como una encomienda sagrada. Todos los americanos, y particularmente la gente religiosa, deben de elevar sus voces para condenar la demonización de esas familias inmigrantes como criminales.
Muchos están huyendo de la violencia y procurando legalmente la condición de refugiados. Jesucristo declaró que la manera como tratamos a quienes consideramos «los más insignificantes» es como tratamos a Cristo.
En su trato con los inmigrantes y con las familias procurando refugio nuestros líderes están demonizando a Jesús mismo. Muchos en nuestra nación proclaman que América es una nación cristiana. Pero una nación que rechaza la enseñanza fundamental de Jesús de dar un vaso de dar de beber al sediento, alimentar al hambriento, vestir al desnudo y dar refugio al forastero se mofa de Dios y pierde el derecho de pretender el nombre de Cristo.
Un número en aumento de cristianos y de líderes religiosos están hablando en contra de la crueldad que se inflige a los hijos de inmigrantes y refugiados por la nueva política de «cero tolerancia» del Departamento de Justicia.
Otros han hablado acerca del abuso de las Escrituras para justificar tal crueldad. Ciertamente Romanos 13 no solamente ha sido usado en el pasado para animar el cumplimiento de la ley sobre esclavos fugitivos, requiriendo que los esclavos que huyesen de su cautiverio fuesen regresados al mismo, sino que Romanos 13 fue también usado para obtener la sumisión de la iglesia cristiana en Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
Dios ha establecido a nuestros líderes y a nuestro gobierno, sostiene la fallida lógica, y es nuestra obligación obedecer y acatar. El abuso de las Escrituras para justificar el infligir daño a los niños es verdaderamente un pecado abyecto.
Los Adventistas del Séptimo Día valoran la libertad religiosa pero nos sentimos compelidos a erguirnos y pronunciar rotunda y claramente cuando la religión es usada para dañar a otros. Nuestro papel como creyentes y ciudadanos es hacer a los líderes de nuestra nación responsables ante un elevado estándar moral y ético en la interpretación de nuestras leyes.
Todo creyente debería de condenar el abuso de la ley que apoya una política oficial de detención y abuso infantil. El mismo pasaje bíblico que ha sido agredido para justificar esta política declara que «el amor no perjudica al prójimo, así que el amor es el cumplimiento de la ley».
La función apropiada de la ley es preservar el bienestar de la sociedad, su paz y los derechos de su gente. Usar a la ley como un medio para oprimir, como lo está haciendo el Departamento de Justicia, es degradar a la ley misma, socava las bases de nuestra democracia y pone en vergüenza a toda nuestra nación.
América es una nación de inmigrantes y siempre ha sido una nación compasiva. Ya sea medida por las aportaciones caritativas en asistencia a desastres, desarrollo o asistencia al extranjero por nuestro gobierno, los americanos siempre han sobrepasado a las demás naciones en su demostración de misericordia y compasión hacia quienes sufren de escases, de hambre y otras carencias.
Los Estados Unidos han sido campeones de la democracia, los derechos humanos y la libertad civil y religiosa en todo el mundo.
Pero en este punto no somos campeones más. Una política que procura establecer un objetivo social y político al separar a familias y dañar a niños es una mancha en nuestro carácter nacional que será difícil de borrar.
Así que estamos compelidos a ponernos de pie y procurar aliviar el sufrimiento de esos hijos de inmigrantes que están languideciendo en centros de detención, separados de los brazos de sus madres.
Nuestros pensamientos y nuestras oraciones tienen que tornarse en acciones y hechos. Todo aquel que aprecie los valores que caracterizan a América debe demandar acción del congreso para poner fin a esta política.
Le pedimos a todos que escriban o llamen a sus representantes en el Congreso, que hablen por sí mismos o como comunidad en contra de la injusticia, que usen su voz en los medios sociales y que usen todo derecho con que cuentan como ciudadanos para desafiar y cambiar las políticas que inhumana, desconsiderada e innecesariamente apartan a los niños de sus padres.
Por: Pastor Ricardo B. Graham*, editorialista invitado
*Presidente, Pacific Union Conference de Los Adventistas del Séptimo Día