Atender a la familia
Pasada la marea electoral de la que, dar cuenta es redundar en lo mismo, traemos a la palestra el tema de la familia que es inagotable y eso se evidencia cada vez que hay certámenes como la Primera Conferencia en Español sobre la Adicción, y puede uno ver, no solo la calidad de las instituciones con las que se cuenta, sino con el trabajo que todavía falta por hacer.
Como latinos en este país, donde todos hemos llegado en mayor o menor escala en la búsqueda del sueño americano, abandonar la familia por el trabajo y las ocupaciones ha sido el vicio que ha terminado por desmembrar nuestra primera célula social y ahí hemos fallado todos, casi que sin excepción.
La conferencia organizada por la Clínica para la Educación Tratamiento y Prevención de la Adicción—CETPA, trajo a colación una triste realidad subyacente, y es que el estado de Georgia no tiene un rubro presupuestado para la prevención en cuanto a las adicciones de alcohol o drogas, y eso a nivel nacional parece una constante.
Tal pareciera como si a los estados o a los gobiernos les interesara invertir más en cárceles, porque les trae más lucro a quienes las maneja, que hacerlo en programas para reducir el consumo de sustancias, que a la larga es reducir el crimen y una serie de consecuencias colaterales.
Pero nos queda un espacio que no tenemos ni debemos entregarle al gobierno, ni esperar que los gobernantes de turno se encarguen de él, y es precisamente el hogar, esa base social de donde salen los hombres y mujeres de bien, o los delincuentes para los que el sistema si está preparado para reprimir. Y eso no está mal, aunque la labor debiera ser inversa.
Las pandillas, los traficantes de drogas, los que se dedican a prostituir menores, por ejemplo, tienen un gran aliado en las propias familias: la falta de comunicación, el aislamiento de los padres hacia los hijos y viceversa; esa forma dejada de permitir que los hijos desde temprana edad controlen lo que ellos quieren controlar, mientras que sus padres se tornan complacientes.
O en circunstancias distintas, cerrar los canales de diálogo y afecto y abandonarlos a sus propias dudas, de manera que terminen por buscar fuera de su casa lo que en la propia no han tenido, son fenómenos que deben analizarse desde la perspectiva del daño que se causa a las generaciones futuras, y en eso las organizaciones que tienen que ver con la educación de los niños, los jóvenes y la familia tienen mucho terreno por recorrer.
No se puede endosar a las escuelas, a la comunidad o al gobierno el deber que cada padre tiene para con sus hijos en la formación temprana del carácter de loe buenos individuos, los que son duda serán el pilar de la sociedad en su momento, o por el contrario, ese lugar lo comenzaran a ocupar, como ya lo hacen, las pandillas, donde lo que lo que finalmente les espera es la cárcel o la muerte.
En eso, el investigador Marco Silva de la policía de Gwinnett un ex miembro de la pandilla Latin King, en sus años de adolescente, tiene claro que los chicos y chicas que en sus hogares encuentran el calor y el afecto de sus padres, no tienen porque inclinarse ni a los drogas, ni al alcohol ni mucho menos buscar el falso respaldo de las bandas delictivas.