Cerrarle las puertas a Solalinde
Cerrarle las puertas a Alejandro Solalinde no solo ha sido un error histórico como él mismo lo ha dejado ver, sino un descomunal golpe a la comunidad inmigrante en general que espera de sus líderes religiosos, más que buenas intenciones y cartas con buen estilo y hermosas palabras, actitudes concretas y decisiones inteligentes que estén acorde con lo que predican.
La historia la presentamos en la página 17 de esta edición. Alejandro Solalinde es un cura mexicano que se ha sabido amarrar bien los pantalones frente a la adversidad, la pobreza, la desatención y complacencia de algunas autoridades de su país con el hampa que azota a los migrantes centroamericanos que pasan por suelo mexicano, y ha puesto su deber por encima de su propia vida.
Así es conocido este guerrero de las causas sociales, que finalmente son parte esencial del evangelio que pregona lejos de los lujos, las clases, las pompas y las encumbradas posiciones a que aspiran muchos dentro de la cúpula romana, solo para darse la gran vida, contrario a lo que Jesús hizo a su paso por esta tierra en la que también se declaró extranjero.
Pues bien, narra Solalinde que el Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Atlanta Luis Zarama, no solo le cerró las puertas de la Iglesia de la que ambos son “pastores” sino que le negó toda posibilidad de oficiar algún servicio en una parroquia, por temor a que se “hiciera política” desde esa tribuna, en su paso por esta ciudad el próximo 14 y 15 de mayo, en el marco de una caravana que lo llevará hasta Washington.
Al malestar de Solalinde que no tiene pelos en la lengua para denunciar lo que cree que no tiene fundamento en sus creencias, se añade el hecho de que, la Iglesia Católica de Estados Unidos en general ha visto un reverdecimiento inusitado gracias a los inmigrantes, especialmente los mexicanos, lo que convierte a este país en el cuarto de mayor concentración de romanistas, después de Brazil, México y Filipinas.
En un informe de la Conferencia de Episcopal de Estados Unidos, se advierte que la iglesia católica estadounidense, se ha convertido en la más grande confesión religiosa del país que ha visto aumentar su número de fieles a 68, 5 millones de personas.
En un estudio elaborado por The Catherine of Siena Institute se observa que el total de iglesias protestantes han pasado de ser un 65% en 1910 a representar el 25% del mapa del cristianismo en territorio estadounidense, con una caída de 40 puntos porcentuales. Así, si hace cien años los católicos eran el 22%, ahora representaban el 35%, con un aumento de 13 puntos.
Georgia está ubicado en el puesto número 42 entre los 50 estados, donde los católicos representan solo un 8% del total de su población, en cuanto al número real de quienes se identifican como católicos Georgia ocupa el lugar número 30 con aproximadamente 447.126 personas, paradójicamente, casi la misma cifra que en el 2010, el Censo de Estados Unidos reconocía era el número de inmigrantes en esta sección del país.
No se diga del dinero que los inmigrantes, con papeles o sin papeles le dejan a la institución romana en aportes y contribuciones, lo que a nivel nacional ubica al país en la primera fuente de financiamiento de la Iglesia Católica Romana, para solventar y sostener las pompas y lujos con que se vive en El vaticano y en la mayoría de las diócesis y arquidiócesis como la de Atlanta.
Por todo ello, cerrarle las puertas a Solalinde que representa a los inmigrantes frágiles, a los menos favorecidos, a los muertos de hambre, a los vulnerados, a los atacados y despreciados en la primera potencia mundial, con el argumento de que “la iglesia no se tome para hacer política” y “no se sabe lo que vayan a hacer los inmigrantes” no solo es un error de apreciación de la fe que dicha Iglesia profesa, sino querer taparse los ojos una vez más y hacerse los de vista gorda.