Del árbol caído todos quieren hacer leña
Indignante por llamar lo menos, la decisión de una juez del estado de Georgia, quien de manera ramplona ha venido manteniendo durante los últimos tres años en un verdadero Calvario, a una pareja de indígenas guatemaltecos, porque a su parecer, los jóvenes padres no tienen la “formación”, suficiente para criar a sus 5 hijos, 3 de ellos con una enfermedad congénita.
Ovidio y Domitina no tienen la suerte de ser una pareja de animales del zoológico de Atlanta, sino un par de jóvenes inmigrantes, él de 26 y ella de 24 años, quienes sin darse cuenta se vieron envueltos en una serie de asuntos legales y desconocidos para ellos, al punto de que, tres años más tarde, hasta el derecho de ver a sus hijos han perdido.
Al comienzo se trató de una visita a su casa de trabajadores del Departamento de Niños y Familia, DFCS, por sus siglas en inglés, debido a la malnutrición de su par de gemelos, que además tienen un padecimiento llamado mitocondria, que les afecta entre otras cosas su capacidad de recibir todos los nutrientes alimenticios.
Los padres narraron en su momento que, los trabajadores de
DFCS, se sorprendieron porque en su refrigeradora no encontraron alimentos enlatados sino frutas y verduras frescas, y que eso lo tomaron como un indicio de que, los menores no estaban recibiendo la alimentación adecuada.
Más tarde fue la calidad de la vivienda, luego las cortes, los careos, las acusaciones, los primeros indicios de que los menores serían arrancados del regazo de sus padres y el temor inicial que se hizo realidad cuando la corte decidió apartar a los 4 infantes del lado de sus progenitores.
Para ese entonces Dominitina estaba embarazada de su quinto hijo y solo esperaron dos semanas luego del parto para separarlo de su madre quien aún le daba pecho, con el argumento de que no podían dejarlo a su lado. Con los animales en el zoológico de Atlanta el tratamiento es diferente; madre y cría siempre serán mantenidas juntas por más tiempo, incluso hasta que el público a través de la Internet les escoja nombre a los cachorros.
Tres años han transcurrido para estos dos padres, quienes en busca de mejor fortuna emigraron un día de su natal Guatemala, atraídos por los principios de libertad y justicia para todos que pregonaron los padres de América y cuyos ideales se cristalizaron en el mal llamado Sueño Americano.
En este caso ha habido sin duda de todo y seguirá habiendo hasta que se resuelvan en instancias mayores las apelaciones que ahora han hecho las autoridades guatemaltecas en su labor de protección de sus connacionales, pero vayamos por partes:
1. La inocencia y hasta cierto punto ignorancia de un par de jóvenes para quienes su cambio de país nunca lo relacionaron con un cambio de hábitos y “mejores” costumbres. No todos los parámetros de vida funcionan igual en todas las sociedades y ésta es una muestra evidente de ello.
2. La falta de capacitación de unos funcionarios de DFCS, que a diferencia de ellos, los del zoológico de Atlanta, tienen mayor sensibilidad frente a la diversidad de costumbres y hábitos de los animales, que los primeros de sentido común ante la dignidad, el respeto y la preservación del concepto de familia de acuerdo a las diversas culturas.
3. Ingenuidad por parte de los funcionarios consulares que han venido haciéndole seguimiento al caso pretendiendo que los abogados y el sistema “hagan su parte”, sin sacar a la luz el drama de los Méndez y buscar el apoyo de organizaciones y grupos de defensa de los derechos civiles, para ejercer presión sobre una juez, al parecer, ciega, sorda y muda.
4. Negligencia por parte de los abogados que han asesorado a los Méndez y le han cobrado al gobierno de Guatemala su “trabajo”. Si en tres años no han podido revertir la decisión inicial de la juez y por el contrario, las cosas han ido peor hasta el punto de que, ya los padres no tienen derecho ni de ver a sus hijos, eso es negligencia!
A buena hora la cónsul Beatriz Illescas ha sacado el caso de la oficina de los abogados y lo ha dado a conocer a otras organizaciones buscando se proteja el derecho natural de los padres de mantener a sus hijos, aunque sospechamos que se ha tardado más de la cuenta, ya que, según testimonio de los afectados, muchos son los que se han dado el lujo de humillarlos, menospreciarlos, herirlos y burlarse de ellos, por no ver detrás suyo, ni a un sistema judicial que los proteja, ni a unos abogados que los hayan defendido como se merecían, ni a un gobierno que los haya hecho respetar, más allá de pagarles por una “defensa”, que se ha tardado ya tres años en llegar.
Esto debe servir de ejemplo para muchos otros funcionarios consulares que creen que su misión es simplemente la de tramitar documentos y hacer dinero con sus comunidades y no se preocupan de la protección de su gente, dejándolos a merced de quienes sabiéndose todopoderosos quieren hacer leña de cualquier árbol caído.