Generar suspicacias no es la mejor forma de hacer buena diplomacia
Nada más perjudicial para un funcionario público independientemente de su rango, que generar suspicacias, porque ésta es la madre de la duda y una vez sembrada la duda, si es que no había un problema, entonces sí lo podrá haber.
La reciente visita del embajador de México en Estados Unidos Arturo Sarukhan a Atlanta, hasta cierto punto estuvo rodeada por un aura de misterio e incomprensible “privacidad”, si se tiene en cuenta que desde Washington se informaron los pormenores de la misma, mientras a nivel local su promoción fue casi a “puertas cerradas”.
Arturo Sarukhan como embajador de México en Estados Unidos, representa sin temor a equivocarnos a la mayor cantidad de extranjeros en otro país, y sin exagerar a una de las comunidades que en estos momentos están siendo más golpeadas desde el punto de vista económico y social, por ello su visita a esta ciudad donde hay decenas de miles de sus paisanos no tiene ni por qué ser un hecho aislado de su gente ni mucho menos de carácter privado, con acceso negado a los medios de comunicación en español.
¿Lo sabe Arturo Sarukhan?, ahí es donde decimos que no debemos generar suspicacias para luego no tener que explicar malos entendidos. ¿Por qué en su agenda no hubo una rueda de prensa al menos y cuando a los “representantes” de los medios se nos invitó, se nos prohibió entrar cámaras y grabadoras?
De pésimo mal gusto sea de quien haya sido la decisión, porque si bien somos aliados de las buenas gestiones de todos los consulados, especialmente el mexicano, esa negativa a los medios de comunicación, antes que resaltar la gira de trabajo del embajador, la demeritan, es probable que sin ninguna razón.
Sabemos que nadie tomará estas líneas de manera personal, porque estamos tratando de las funciones y responsabilidades de empleados frente a una comunidad a la cual también este medio representa, por eso el habernos negado a entrar a la “reunión informativa” con el embajador sin nuestras herramientas de trabajo, tampoco envuelve ningún sentimiento personal, sino el precedente de que a la prensa no se le dice qué hacer, ni en qué momento, porque eso es coacción y puede resultar muy peligroso.