Republicanos latinos, cómplices por su silencio del teatro político de DeSantis
Como sacado de un episodio de la Dimensión Desconocida, el mismo día en que reventó la noticia de que el gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, fletó dos aviones con dinero de los contribuyentes de su estado para transportar 50 inmigrantes venezolanos desde Texas hasta la isla de Martha’s Vineyard en Massachusetts, un grupo de legisladores republicanos de Florida llevó a cabo una rueda de prensa frente a la Casa Blanca para condenar al gobierno del demócrata Joe Biden por “apoyar dictaduras” en América Latina.
Es decir, mientras el gobernador de su estado realiza tácticas politiqueras bajunas propias de dictadores y lo hace nada menos que explotando a inmigrantes que huyen de dictaduras y que vienen a Estados Unidos buscando asilo, estos legisladores tienen la desfachatez de criticar a Biden sin decir absolutamente nada sobre DeSantis.
De hecho, hay diversas voces ya que claman por abrir un caso en su contra por tráfico humano, pues DeSantis —y por extensión Greg Abbott, gobernador de Texas— ha actuado tal como lo hacen los llamados “coyotes” en la frontera, al pasar a decenas de indocumentados hacia territorio estadounidense.
Entre los legisladores republicanos de Florida hay tres cubanoamericanos: el senador Marco Rubio y los congresistas María Elvira Salazar y Mario Díaz-Balart. A ellos, aunque dicen conocer de primera mano la lucha de quienes escapan de regímenes totalitarios y que representan a miles de latinoamericanos que llegaron a Florida huyendo de dictaduras, parece no importarles que el maquiavélico DeSantis manipule y utilice a un grupo de venezolanos con fines meramente politiqueros: enviarlos a ciudades lideradas por demócratas solo para seguir atizando a su extremista base.
Y esto último, sin medir las consecuencias de su teatro político ante el violento fanatismo que han demostrado los seguidores de un Partido Republicano que ya no se concibe sin la influencia de Donald Trump; un partido que se ha desdibujado por completo y que ha guardado silencio ante el avance del rechazo hacia los inmigrantes, como los que también han sido enviados desde la frontera sur hasta ciudades como DC, Nueva York o Chicago.
Que lo haga un republicano blanco, de tendencias trumpistas y racistas con aspiraciones presidenciales no sorprende a nadie. Si acaso es repugnante, pues DeSantis también es gobernador de cientos de miles de latinoamericanos que llegaron a este país como refugiados y se han asentado en Florida, muchos son conservadores y es lógico asumir que muchos votaron por él.
Pero es vergonzoso que legisladores cubanoamericanos que representan a una comunidad con históricas migraciones a Estados Unidos en busca de libertad se conviertan en cómplices de DeSantis por su silencio, solo porque ser republicanos, leales al gobernador y tener sed de poder son más importantes en estos momentos.
Ante esta situación tan poco leal para con los suyos, cabe preguntar si lo que en realidad buscan es ser parte de una democracia o servir a prácticas inhumanas que incluso constituyen una flagrante violación a los derechos humanos de inmigrantes que legalmente han venido a pedir asilo a Estados Unidos.
Por su parte, la vicegobernadora de Florida, Jeanette Núñez, una cubanoamericana hija de refugiados cubanos, ya había demostrado que aparentemente las luchas de los cubanos y de otros latinoamericanos por buscar mejores condiciones de vida en este país no tenían tanto peso, cuando declaró días atrás que hasta los cubanos podrían ser enviados en autobuses a otras ciudades. En efecto, con ella queda demostrado que es más importante seguir el teatro político de DeSantis, así sea contra su propia comunidad.
Marco Rubio, el mismo que tachó a Donald Trump de ser un farsante al que no podían confiársele los secretos nacionales, cuando era precandidato presidencial —para luego apoyarlo aunque Trump le llamara “Pequeño Marco”—, vuelve a demostrar su falta de principios.
Esta vez no tiene reparos en que venezolanos, la misma nacionalidad de muchos de sus representados que han votado por él, sean explotados con fines políticos arriesgando incluso sus casos de asilo.
Su cinismo es tal, que este fin de semana la prensa le preguntó sobre el ardid de DeSantis y dijo que no conocía los detalles. ¿En serio? ¿Un senador que tiene que ver con inteligencia y seguridad nacional “no conoce detalles” de lo que ocurre en su estado en el ámbito público y mediático? Sí que es preocupante.
Luego agregó, según WPTV en West Palm Beach, que “el mayor problema no es que 50 personas hayan sido enviadas a Martha’s Vineyard… el problema mayor es que cada día miles de personas entran ilegalmente al país”. Parece que la historia de las migraciones humanas no es uno de los temas de mayor preferencia para el senador.
Parece olvidar también que son refugiados en busca de asilo tras un viacrucis que los ha llevado por múltiples países. Y él sabe cómo los venezolanos han hecho de Florida su hogar y cómo su pujanza contribuye a la prosperidad de ese estado. Y sabe también que eventualmente esa fuerza se convierte en votos cuando se regularice su situación migratoria. Pero darse un tiro en el pie quizá tampoco sea un dicho popular que el senador Rubio entienda mucho.
Sería interesante saber qué habrían hecho Rubio, Salazar y Díaz-Balart si los protagonistas del circo de DeSantis hubieran sido cubanos. ¿Se habrían ofendido? ¿Habrían enfrentado a DeSantis o habrían traicionado a su propia comunidad como están haciendo ahora con otros hispanos?
Tal vez no lo sepan o no les importe ahora que le han vendido el alma al diablo, pero no estar en el lado correcto de la historia puede costarles muy caro.
No es difícil pensar en la respuesta por qué los republicanos de estos tiempos prefieren besar el anillo de un extremista que defender a su propia comunidad.
(America’s Voice)