“The pursuit of happiness” Perseguir la felicidad
Nos rehusamos a aceptar que para ser un buen ciudadano “naturalizado” americano debamos renunciar a nuestra identidad, al idioma, a las costumbres que han dado origen a nuestra idiosincrasia y sobre todo al derecho de disentir, levantar nuestra voz y exponer nuestros puntos de vista, independientemente si estos son compartidos o no, por los nuestros o por los que aquí nos han dado la bienvenida, al fin y al cabo, por encima de la diversidad y la aceptación por nuestras diferencias debe primar el respeto hacia el otro.
Uno de los aspectos claves del juramento que hacemos cuando nos convertimos en ciudadanos americanos, tiene que ver con la defensa del país al cual por libre decisión hemos aceptado adoptar como el nuestro, pero en ninguna parte de éste dice que debamos convertirnos en autómatas, en títeres de algunos intereses y menos en sujetos mudos y relegados “muebles” de decoración que todos saben que adornan la sala pero que no pueden decir qué lugar les gustaría ocupar.
Con profunda preocupación y al mismo tiempo con rechazo absoluto, vemos como ciertos “individuos” asumen que vivir en Estados Unidos, hacer parte de la nación y aportar con nuestro esfuerzo y sudor al capital de este gran país, debe ser solo el papel que debamos desempeñar, olvidando que no hemos enajenado nuestro pensamiento y menos hemos vendido nuestra conciencia crítica por un documento, que si bien nos convierte en ciudadano de otro país, no nos niega la dignidad, ni mucho menos nos convierte en objetos de tercera clase donde debamos aceptar la misericordia del tirano como último recurso.
Si muchos de nosotros llegamos a Estados Unidos de América, en busca de mejores oportunidades o por la razón que haya sido, nadie de los que aquí vivimos creo que se haya venido precisamente para convertirse en servil, renunciar a su derecho al libre pensamiento, la crítica, la participación y la persecución de esa igualdad y esa felicidad que aquí se pregona en estas tierras.
Perseguir la felicidad, es tener la seguridad de que podemos denunciar la tiranía del presidente Trump cuando esta aflore, y de hacer lo mismo con los políticos que quieren que nuestras comunidades sean foco de persecución, desolación y miseria simplemente porque estas son diferentes y no alcanzan al nivel de despigmentación de la piel que otras “razas”.
Perseguir la felicidad no es alistarse en las alas del partido republicano para desde allí renegar de nuestros orígenes, negar incluso a nuestras madres y repetir las mentiras que la mayoría de los líderes de este partido ladran desde sus posiciones xenofóbicas y malintencionadas con el fin de que nuestra gente no se supere y siga siendo la nueva esclava de la supremacía moderna.
Perseguir la felicidad, no es embarcarse ciegamente en el barco de los demócratas y echar los salvavidas al mar antes de zarpar, pensando que ésos son nuestra única tabla de salvación y que apoyaran nuestras aspiraciones de lucha porque han estado a nuestro lado, mostrándonos amor ante las cámaras y dándonos la puñalada trapera cuando se apagan las luces.
Perseguir la felicidad, en ningún caso, es asumir, como muchos lo hacen, que todo lo que se nos ha “dado” por medio de la naturalización es lo único que merecemos, olvidando que nada se nos “da” gratis, y mucho menos, se nos ofrece porque seamos nosotros si nosotros mismos no valoramos lo que somos, lo que significamos para el país, lo que aportamos y lo mucho que hacemos para que América sea y siga siendo grande, a pesar de las torpezas del presidente.
Perseguir la felicidad es tener claro que buscaremos adaptarnos y asimilar lo más que podamos la cultura americana (no estadounidense) pero que jamás podremos reemplazar, ni los valores, ni nuestra identidad, así muchos crean que eso se logra negándonos a nosotros mismos y despreciando a los que son como nosotros.