¡Y va jugando!

Desde meses atrás el congresista Luis Gutiérrez habia advertido, luego de una reunión con altos oficiales del gobierno, que el TPS para los centroamericanos estaría en veremos, dado lo que había escuchado y sobre todo porque al presidente Donald Trump, en esa afán por degradar las condiciones de los inmigrantes en Estados Unidos, no tendría la menor intención de darle a esta gente una estatus permanente.

Los primeros temores se hicieron evidentes con la negativa a seguir ampliando el TPS a los haitianos. No puede decir el presidente que ya Haití es un país exitoso donde fluye leche y miel y que la calamidad se fue de sus fronteras, pero eso es lo que él cree.

Siguió con Sudán, y aunque fragmentó su decisión entre Sudán del norte y Sudán del sur, lo cierto es que también puso restricciones a al Estatus de protección Temporal a los nacionales de esos países a los cuales también se les vencerá ese beneficio en los próximos años.

Quedaban los nicaragüenses, los salvadoreños y los hondureños, quienes han estado con el padre Nuestro en sus bocas, esperando las decisiones del Supremo Presidente, para quien el aporte, los negocios, los hijos, la familia y la vida de miles de niños y jóvenes estadounidenses le vale un pepino y ahora pretende que éstos se vayan a los países de sus padres, a los que, en su mayoría no conocen.

Comenzar por lo más débil, como es Nicaragua, donde supuestamente el inepto y corrupto presidente Daniel Ortega no hizo una petición formal de renovación del TPS a sus nacionales, es sin duda una maniobra que le da al régimen de Trump la oportunidad para iniciar el desmantelamiento de este programa de alivio migratorio que presidentes republicanos y demócratas apoyaron en el pasado.

Al no tener un argumento como el que le dio el gobierno de Nicaragua, Trump y sus sátrapas no pudieron darle el tiro de gracia al TPS de los hondureños, pero los dejó en salsa por seis meses. Lo que se viene no pinta mejor, igual para los salvadoreños.

Pero más allá de este tipo de acciones que sin duda causarán un daño irreparable en el tejido social de este país, sobre todo por el impacto que tiene en las familias que ya se han asentado aquí por largos años, está el desconocimiento de los aportes a la economía y a la brutal ceguera del supremacista que se cree el dueño del bienestar de la humanidad para hacer con sus semejantes lo que se le antoje.

El desmantelamiento del TPS no es cosa menor. Las consecuencias de la decisión serán funestas. Las organizaciones pro inmigrantes cuantifican en más de 300 mil los niños nacidos en Estados Unidos que se verán afectados por estas medidas, y que en un momento dado tendrían que ser separados de su entorno familiar si sus padres tienen que regresarse a sus países.

Si bien es cierto que el TPS es un estatus temporal, desconocer que sus beneficiarios han hecho su vida aquí, aquí tienen sus negocios, han levantado a sus familias y han progresado en la medida en que con su sudor y su fuerza de trabajo han hecho progresar al país, es una torpeza histórica que solo tiene cabida en una mente como la de Trump, nublada por la soberbia, la incapacidad, la farsa de un mesías y la maldad de un tirano de la peor calaña.

La zaga del TPS apenas empieza, y lo que deben hacer las familias es estar en pie de lucha para defender lo que se han ganado, porque si bien aquí se les abrió una puerta, eso tampoco quiere decir que su aporte deba ser desconocido.

Editor

Rafael Navarro, es Comunicador Social- Periodista de origen colombiano, ha trabajado por más de 30 años en medios de comunicación en español, tanto en Colombia como en Estados Unidos, en la actualidad es editor del periódico El Nuevo Georgia.

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