Los dulces momentos del éxito
Por Sebastián L. de Emprendedores latinos USA
Hay muchas maneras de decir “te quiero”. Con una sonrisa; con un abrazo; con un oído atento; con una mirada cómplice; con letras de melón.
La última de las opciones mencionadas es la que cubre Dulces Momentos, un emprendimiento iniciado hace un año y medio por la mexicana Nuvia Lanzagorta, aquí en Atlanta.
Dulces Momentos se dedica a los arreglos frutales: creaciones artesanales, similares a los arreglos florales, que a la función decorativa suman el plus de ser comestibles. Y, por lo que se puede ver, deliciosos. De ahí que puedan servir como regalo de San Valentín o del Día de la Madre, pero también sean aptos para eventos empresariales con gran concurrencia de personas, por ejemplo.
Es difícil contemplar uno de estos arreglos frutales sin que la boca haga agua. Fresas cubiertas de chocolate, trozos de sandía cortados en forma de corazón, flores amarillas hechas a partir de rodajas de ananá y mensajes escritos con melón –te amo, happy wedding, feliz aniversario– se organizan en forma encantadora para formar un regalo capaz de seducir y agradar a cualquiera.
Como suele suceder con los emprendedores, Lanzagorta, de treinta años, encontró su vocación por accidente y empezó a dedicarse a ella como hobby, pero con el paso del tiempo se fue afirmando en su actividad, que hoy desarrolla con la ayuda de una empleada permanente y cuatro o cinco más en fechas como las mencionadas, cuando la demanda es mucho más fuerte.
Nuvia se vino a los Estados Unidos muy joven, cuando estaba por cumplir veinte años, de la mano de su marido, Alfonso, también mexicano.
“Él había vivido tres años en New Jersey, y nos instalamos ahí porque nuestra situación económica en México era mala. Mi idea era estar aquí unos tres años y volver para terminar mis estudios de relaciones económicas internacionales”, cuenta ella. Pero su destino era quedarse.
Primero fue el nacimiento de Eric, el hijo mayor de la pareja. Luego, la mudanza de New Jersey a Atlanta, donde Nuvia entró a trabajar en una empacadora, mientras Alfonso se ganaba la vida en el Farmer’s Market. El dinero no era mucho pero las perspectivas en su país natal no eran mejores, así que se fueron quedando. A Eric, que hoy tiene ocho años, le siguieron dos niñas: Geraldine, de cuatro, y Abigail, de tres.
Fueron años difíciles para la pareja. Nuvia dejó el trabajo en la empacadora y Alfonso volvió a su oficio de taxista. Hace dos años la madre de ella murió de cáncer; poco después, Lanzagorta, que siempre tuvo dotes para las manualidades, encontró el germen de lo que sería el proyecto de su vida.
“Un día vi un arreglo de frutas de una empresa de Georgia y me llamó mucho la atención. Empecé a investigar sobre eso, hice un curso y compré algunas revistas. Y me entusiasmé”, cuenta Nuvia. Su primer experimento con la técnica fue para el cumpleaños del hijo de una amiga. No cobró por ese trabajo, pero cuando subió las fotos a Facebook, generaron un interés inmediato, y empezaron a llegarle pedidos.
Lanzagorta se fue adaptando de a poco a su nueva realidad de emprendedora. Al principio no tenía claro cuánto cobrar por cada arreglo y terminaba perdiendo dinero por el costo de las frutas y las coberturas (chocolate, vainilla, menta) que los integran. Luego tuvo que tener en cuenta los tiempos propios del producto, ya que la fruta es efímera y el arreglo no puede ser preparado con mucha anticipación.
“Sólo trabajamos por pedido”, explica Nuvia, justamente por ese tema de los tiempos. “Si quieres un arreglo para las dos de la tarde, lo preparamos por la mañana. Y en fechas como San Valentín, cuando tenemos mucha demanda, nos levantamos a las dos de la mañana para empezar a trabajar.”
Otra dificultad que debió afrontar fue la falta de confianza de quienes la rodeaban en el éxito de la iniciativa. “Es normal que la gente dude y piense que no va a funcionar. Esto no, busca otra cosa, te dicen. Pero tienes que tener fe y no dejar de creer en lo que haces”, afirma.
A un año y medio de haber comenzado con Dulces Momentos, Nuvia ya está buscando montar un local. Por ahora, sigue trabajando desde su casa. Entre los productos más básicos que ofrece está la caja de fresas que cuesta 25 dólares; los arreglos, que son siempre distintos y de acuerdo al pedido de cada cliente, arrancan desde los 50. Una mesa de frutas para un evento con 50 a 80 personas puede costar entre 500 y 1,200 dólares. Los precios varían mucho por el carácter artesanal del producto, explica la joven.
Con más de un centenar de pedidos cada mes, la mayoría provenientes de clientes satisfechos con pedidos anteriores, Nuvia Lanzagorta ya le dedica a Dulces Momentos todo su tiempo. Alfonso la ayuda recorriendo tiendas en busca de las mejores frutas; ella y sus empleados trabajan desde temprano para satisfacer la demanda.
El próximo paso, dice, sería establecer una franquicia: “Mucha gente de otros estados me escribe interesada en aprender la técnica. Pienso que podría enseñarles para que puedan montar sus tiendas de Dulces Momentos. Sería una buena forma de expandirnos.”
Atrás quedaron los días en que la joven pensaba en volverse a México para terminar su carrera. “Tal vez algún día lo haga para cumplir con esa meta personal, pero estoy feliz acá y estoy feliz con lo que hago”, dice la joven emprendedora.