11 septiembre 2015

 11 septiembre 2015

KEVIN AMAYAPor: Kevin Amaya
La imagen de un niño sirio muerto en una playa de Turquía ha despertado una ola de conciencia entre las redes sociales, acerca de cómo “el mundo” le falló al pequeño Aylan Kurdi de 3 años, que se ahogó junto con su madre y su hermano, mientras intentaban escapar de la guerra civil de su país. Aylan, es uno de 2.000 migrantes que han perecido ahogados en el mar mediterráneo este año y su muerte ha sido un llamado a los gobernantes que pretendían ignorar la actual crisis de refugiados en Europa.

La crisis de refugiados en Europa no debería de ser extraña a nuestra memoria. Viendo las tristes imágenes de los refugiados sirios que viajan en búsqueda de un lugar más seguro, me hace pensar en otros refugiados de guerra, en especial a mi madre. Durante una guerra que cobró la vida de más de 70.000 personas, mi madre cruzó por Guatemala y México, huyendo de la guerra civil en El Salvador, para convertirse en una refugiada en EEUU. Afortunadamente, lo que hace posible que yo escriba esta columna hoy, es que mi madre fue recibida por conocidos en el área de Norcross, Georgia.

Como mi madre, y similar a los actuales migrantes sirios, huyeron colombianos, argentinos, guatemaltecos, cubanos, mexicanos, chilenos y miles de otros latinoamericanos a causa de violencia y opresión en la región. Y si el tiempo ha causado que olvidemos nuestras propias historias, seguramente podamos revivir nuestros tiempos o la de nuestros familiares como refugiados, entre los miles de niños y niñas de Centro Americana que llegaron – y siguen llegando – no acompañadas a la frontera de México y Estados Unidos desde el año pasado.

Los paralelos entre las crisis migratorias en los Estados Unidos y Europa son espantosamente similares. Como similitudes físicamente visibles, podemos comparar las peligrosas fronteras geográficas. Por ejemplo, los migrantes deseando llegar a Europa enfrentan la frontera acuática del mar mediterráneo, y para migrantes viajando a estados unidos su barrera geográfica es el desierto.

Sin embargo, estas características físicas no son las más semejantes, como lo son el fracaso de política en Europa y Washington para prevenir una crisis humanitaria, y los sentimientos horrendos de algunos europeos y americanos contra los migrantes.

Sin grandes esfuerzos por los poderes mundiales para ponerle fin, la guerra civil de Siria se ha prolongado durante cuatro años, costándole la vida a casi 200.000 personas. En comparación, desde el 2008 al 2013 en México y en la región del Triángulo Norte que consiste de Guatemala, Honduras y El Salvador, ocurrieron 220 mil homicidios atribuidos a la delincuencia, el crimen organizado y ejecuciones extrajudiciales.

De igual manera el débil esfuerzo de Estados Unidos a controlar la violencia no ha producido resultados, y esta región sigue siendo la más peligrosa del mundo.

Además, por los recientes comentarios de algunas figuras políticas sobre el tema migratorio en los Estados Unidos, las actitudes xenofóbicas de líderes europeos no caen de sorpresa. Actualmente, algunos líderes europeos han hecho todo lo posible para obstaculizar el viaje de refugiados sirios.

Y si recuerdan el año pasado durante la crisis de niños migrantes no acompañados, el gobernador Nathan Deal de Georgia le mando una carta al presidente Obama donde demostraba estar furiosamente en contra de recibir a estos niños indocumentados, que huyen de violencia en el Triángulo Norte.

Tristemente estas barreras no son el desafío más difícil, tanto para los migrantes sirios o los niños no acompañados del Triángulo Norte. Si no, la frontera más dificultosa para los refugiados es la continua falta de asumir nuestras responsabilidades morales para salvar las vidas de niños como Aylan.

Editor

Rafael Navarro, es Comunicador Social- Periodista de origen colombiano, ha trabajado por más de 30 años en medios de comunicación en español, tanto en Colombia como en Estados Unidos, en la actualidad es editor del periódico El Nuevo Georgia.

Related post

Verified by MonsterInsights