En Iowa, bofetadas al establishment, pero el maratón continúa
Por: Maribel Hastings
El que Ted Cruz ganara las asambleas electorales de Iowa reafirma cómo, entre otras cosas, usar a los inmigrantes como chivos expiatorios sigue rindiendo frutos para atraer el apoyo del sector más extremista del Partido Republicano.
También dice mucho que un individuo con propuestas divisivas, que incluso no goza de las simpatías de sus correligionarios del Senado por tratar de resolver sus diferencias con la administración y los demócratas a punta de amenazas de cierres de gobierno, se haya alzado con el primer lugar en el primer estado en votar para elegir al nominado republicano.
Cruz, uno de los precandidatos anti establishment, obtuvo el primer lugar y un abrazo en tarima del antiinmigrante congresista de Iowa, Steve King. Otro extremista, Donald Trump, quedó segundo, y tercero arribó el senador de la Florida, Marco Rubio, un precandidato de la clase dirigente de su partido.
Es otra señal de que un dividido Partido Republicano está enfrascado en una lucha interna por su alma y su futuro. Aunque un precandidato extremista que apele a un sector republicano extremista puede quizá alzarse eventualmente con la nominación, ello no supone que compita efectivamente en la elección general cuando tiene que atraer a diversos sectores electorales, incluyendo a los latinos a quienes han ofendido a lo largo del proceso. He ahí el dilema republicano: escoger un candidato que una al partido y lo ayude a ganar.
Por el bando demócrata, Hillary Clinton apenitas rompió la mala racha del 2008 cuando perdió Iowa ante Barack Obama, quien luego ganó la nominación demócrata y posteriormente la presidencia. Pero el senador de Vermont, Bernie Sanders, ha puesto a correr a la campaña de Clinton apelando particularmente a jóvenes que votan por primera vez y cerrando la brecha con la ex secretaria de Estado. Clinton ganaba a Sanders por un estrecho margen, señal de que los electores, sobre todo jóvenes, no están alineados, de momento, con el establishment demócrata.
Por el bando republicano, la historia ha demostrado que ganar Iowa no supone que eventualmente se gane la nominación. En el 2008 el reverendo Mike Huckabee ganó las asambleas electorales de Iowa, pero el nominado fue el senador de Arizona, John McCain. En 2012, el ex senador de Pennsylvania, Rick Santorum, ganó las asambleas de Iowa, pero el nominado fue Mitt Romney, quien perdió la general.
Los demócratas han tenido mejor suerte en la interna aunque no necesariamente en la general. En el 2000 Al Gore ganó las asambleas de Iowa y la nominación, aunque no la presidencia; en el 2004 John Kerry ganó Iowa y la nominación, pero perdió la presidencia. Y Obama ganó Iowa en 2008, obtuvo la nominación y la presidencia y fue reelecto en 2012. En 1992, Bill Clinton perdió las asambleas populares de Iowa y la primaria de New Hampshire, pero ganó la nominación y la presidencia ese año y fue reelecto en 1996.
Con el triunfo de Cruz, con todo y abrazo de King, y con Trump en el segundo puesto, la señal que envía el Partido Republicano a muchos sectores, como los latinos, es que no tienen cabida en una carpa donde los extremistas llevan la voz cantante. Contar con dos hispanos en el primer y tercer puesto en Iowa tampoco garantiza apoyo hispano. No es el apellido, son las propuestas.
Un sector republicano apuesta a que la sed de triunfo entre los republicanos los movilice a las urnas aunque el nominado sea un candidato como Cruz o como Trump. No queda claro qué ocurrirá con precandidatos como Jeb Bush, que se perfilaba como el más adecuado para dar la batalla a los demócratas por el voto latino en la general. Con su tercer lugar en Iowa, Rubio se vende como la alternativa más viable a un extremista, aunque su viraje migratorio no le ha ganado adeptos entre los electores hispanos.
De otra parte, si los demócratas quieren ganar la Casa Blanca, un nominado extremista republicano no será suficiente para garantizar que los latinos salgan a votar en noviembre. Y un candidato del establishment republicano con la capacidad de apelar a un porcentaje hispano, también les supone riesgos. Los demócratas tienen que invertir en el registro y la movilización de votantes latinos.
Pero estamos ante un maratón que apenas comienza. Próxima escala: New Hampshire.