Ni Hillary es Jezebel ni Trump es el profeta Elias
Dados como somos a confundirlo todo y convertirlo en folclor, en el mejor de los casos, las elecciones del próximo 8 de noviembre no están exentas de toda suerte de controversias, algunas razonables, unas fatuas, otras más viscerales que comprensivas y una inmensa mayoría más emocionales que racionales, al fin de cuentas pase lo que llegue a pasar ya estas elecciones pasarán a la historia por muchas razones:
Porque es la primera vez que una mujer ha sido nominada por uno de los partidos tradicionales para que los represente y hasta llegue a ser la presidenta; por otro lado, los dos candidatos en contienda muestran los índices más altos de desaprobación entre el público elector, porque han llevado a cabo los debates más vacíos de contenido, y basados en aspectos personales, que han terminado por opacar el verdadero sentido de este mecanismo de participación por el que el país se había caracterizado.
Pase lo que pase, la campaña a la Casa Blanca será decisiva porque el país se debate en la más completa incertidumbre frente a un candidato como Donald Trump, que de impredecible pasó a ser el nominado de su partido, y cuyo carácter y vocabulario no solo le atraen adeptos cada vez más beligerantes, sino que por otro lado lo apartan de fracciones de votantes tan importantes como las mujeres, los latinos, los musulmanes, los militares, entre otros.
Clinton por su parte al ser parte del establecimiento y tener más de 30 años en la política se presenta como una candidata a la que pocos le creen y a pocos convence, sin embargo, frente al peligro que representa no solo para la nación sino para el mundo lo que sería una presidencia de Trump, tiene serias opciones de ser la primera mujer en ser la presidenta del país, eso, sin embargo, no es nada que este escrito y que nadie se atreva a asegurar.
Independientemente de lo que pase el 8 de noviembre, la responsabilidad de cada elector será por su familia, por su comunidad por el país donde ahora vivimos y por el futuro de nuestros hijos, y las generaciones venideras, lo que ofrece cada candidato visto con lupa, quizá sea un poco más de lo mismo, pero entre quedarse viendo cómo los demás deciden por nosotros y ser nosotros los que alijamos la diferencia es abismal, ya que cada quien irá a las urnas defendiendo sus propios intereses.
Como latinos en un país que nos ha acogido, deberíamos no solamente ver lo que a nuestro parecer nos compete como individuos, sino lo que nos afecta como grupo y en eso fallamos muchos, cuando solo vemos nuestro propio interés y olvidamos que estamos en un país prestado, donde irremediablemente hay quienes nos acogen, pero también quienes nos discriminan, nos creen criminales, nos tratan de malos hombres, ofenden nuestros orígenes y proponen políticas de represión contra nosotros.
Sea quien sea su candidato, en Georgia hemos batido ya varios records, uno en el número de nuevos votantes registrados, otro como las elecciones tempranas más concurridas y quién sabe si el cambio de color del estado, ante la incertidumbre que ha creado el candidato republicano con sus posturas.
Tan dados a invocar nuestras creencias y nuestra religiosidad, incluso en las cosas más mundanas y banales como una campaña política, muchos de nuestros semejantes han apelado al tema de “los valores” para decidir su apoyo a uno u otro candidato, cuando ellos ni ellos mismos viven dentro de esos valores, ni siguen como Dios manda sus preceptos de hombres y mujeres íntegros.
Así las cosas, demonizar a uno u otro candidato frente a las creencias religiosas de algunos termina siendo una contradicción cuando predicamos a los cuatro vientos lo que no somos capaces de vivir nosotros mismos, en otras palabras, resulta hipócrita en boca de muchos advertir que Hillary Clinton es la personificación del espíritu de Jezabel y que Donald Trump es el profeta Elías, aquí de lo que se trata es de votar por un candidato que demuestre que no nos arrastrará tan rápido al despeñadero como claramente se ve que lo viene haciendo el candidato republicano!