La vida sin Trump
No he hecho la cuenta pero estoy seguro que una de las palabras que más he repetido en mis columnas y en los noticieros durante los últimos dos años es Trump. Por supuesto, sobran las razones.
Se trata de una de las personas que más ha trastornado la política mundial en décadas. Sus ideas racistas, sexistas, xenofóbicas, antiinmigrantes y contra el medio ambiente son peligrosas para la democracia, para la libertad de expresión y para el futuro del planeta. Sin embargo, se puede vivir sin Donald Trump.
Tras el anuncio de Trump de retirar a Estados Unidos del Tratado de París, el nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, retó a científicos e ingenieros estadounidenses a irse a Francia para, desde ahí, luchar contra el cambio climático. “En el clima no hay Plan B porque no hay planeta B”, añadió Macron. Au revoir, Trump.
Lo que Trump presentó como la gran decisión de un patriota es, en realidad, una gigantesca muestra de ignorancia. Miren lo que tuiteó en el 2012: “El concepto de calentamiento global fue creado por los chinos para afectar la competitividad de Estados Unidos.” Trump es lo que pasa cuando la ignorancia llega al poder.
Trump tampoco es un socio confiable en defensa. ¿A quién defendería Trump si la Rusia de Vladimir Putin atacara a alguno de los otros 27 miembros de la OTAN? La respuesta ya no es tan clara como antes.
Angela Merkel, la canciller alemana, anunció así el divorcio con Estados Unidos de Trump después de la reunión de la OTAN en Bruselas. “Los tiempos en que podíamos depender uno de otro, se acabaron”, dijo con enorme pragmatismo. “Tenemos que saber que nos toca a nosotros defender nuestro propio futuro.”
Por eso el cálculo de Merkel y Macron es correcto. Si Trump ya no te quiere defender y está dispuesto a que se queme la casa ¿para qué quedarse con él? Mejor solos que mal acompañados. Este podría ser el nacimiento de un nuevo orden internacional sin el liderazgo de Estados Unidos. Trump, con un discurso, se puso del lado de Siria y Nicaragua y en contra de 194 países que sí creen que el calentamiento global es real y un peligro para la tierra.
Estados Unidos está dejando de ser la nación indispensable. ¿Aprenderá México y América Latina de la lección de independencia y dignidad que nos están dando los alemanes y franceses? Dolería pero se puede.
Merkel y Macron sí pueden vivir sin Trump. Fátima Avélica no. Su vida ha sido destrozada por él.
Fátima, de solo 14 años, me contó cómo agentes de inmigración detuvieron a su padre momentos antes que la dejara en su escuela en Los Angeles. “El no es un criminal, es solo un papá”, me dijo. Fátima lo grabó todo en su celular y el video se hizo viral.
Pero la vida de Fátima y de sus tres hermanas, todas ciudadanas estadounidenses, es un nudo. Su papá, Rómulo, está arrestado desde el 28 de febrero, enfrenta una posible deportación y la familia se ha quedado sin su ingreso principal.
Otros niños temen correr la misma suerte que Fátima. En Estados Unidos hay 4 millones y medio de menores de edad que tienen, al menos, un padre o una madre sin papeles.
Hay personas como Fátima que, aunque quieran, no pueden separar su vida de Trump. Desearían alejarse del hombre que, en una medianoche reciente, sacó un misterioso tuit con una palabra incomprensible: covfefe. No se rompan la cabeza tratando de entenderlo. Fue seguramente un error de dedo. Pero lo grave es que nadie le pudo decir a Trump que no lo escribiera y el mandatario se tardó seis horas en retirarlo de Twitter. El aislamiento de Trump es patente y preocupante.
El mismo presidente que tuitea irresponsablemente en horas en que la mayoría de los mortales duermen, es el que acaba de sacar a Estados Unidos del único tratado que existe para los hijos de los hijos de nuestros hijos puedan vivir en un lugar más o menos estable y seguro. Pero Trump, como un bully en recreo, no le importa nada más que él.
Trump me recuerda tanto una frase fulminante del escritor Gabriel García Márquez en su novela El Otoño Del Patriarca: “Mírenlo que ya no puede con su poder, que está gobernando dormido”.