Libertad ilusoria
La libertad es una noción apreciada por todo ser humano. El diccionario la define como la facultad de actuar sin obligación por parte del prójimo. Para que la vida en sociedad sea posible, la libertad no elimina todas las obligaciones. No se trata de hacer todo lo que uno quiera, sin ningún límite o restricción. Sin embargo, el que reclama la libertad quiere vivir con el mínimo de obligaciones posibles, y como él quiere. En consecuencia las exigencias establecidas por Dios para el bien del hombre son ignoradas o rechazadas.
Algunas personas incluso llegan a pensar que para ser verdaderamente libres, no hay que preocuparse por las leyes de Dios. Debido a esta pretendida libertad, ¡cuántos problemas hay en las familias, las parejas y la sociedad! El individuo que camina sin Dios es efectivamente esclavo de sí mismo, de sus deseos, de sus codicias. Así, en vez de ser libre, se halla en una situación de esclavitud y de rebelión que la Biblia llama “pecado”.
¿Quién puede librarnos de esta terrible condición? Jesucristo vino a liberar a los que están atados por las cadenas del pecado, para darles la libertad. El precio fue pagado mediante su muerte en la cruz. Jesús también nos liberó del poder del pecado y del juicio de Dios.
Todavía hoy quiere hacerlo por usted: “Así que, si el Hijo (de Dios) os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36), libres del pecado para vivir la vida de Jesús desde hoy.