¡Muchacha, levántate!

En una época de hambruna, el profeta Elías vivía en casa de una viuda, quien milagrosamente tuvo con qué alimentarle. El hijo de esta mujer cayó enfermo y murió. Entonces el profeta tomó el cuerpo del niño y lo llevó a la habitación donde él se hospedaba. Allí suplicó intensamente a Dios para que devolviese la vida al niño, y Dios le respondió. El niño fue entregado a su madre (1 Reyes 17:17-24).

Eliseo fue el sucesor de Elías. Él también halló en su camino a una mujer cuyo hijo murió súbitamente. El niño muerto fue acostado en la cama del profeta, Eliseo cerró la puerta de la habitación y suplicó a Dios que le devolviese la vida. Poco a poco el niño volvió a la vida y al final abrió los ojos (2 Reyes 4:18-36).

Leamos ahora un pasaje de los evangelios. Jesús fue llamado a la cabecera de una niña de doce años. La joven había muerto y estaba en su cama cuando Jesús entró en la habitación. ¿Iba a suplicar a Dios, como lo habían hecho Elías y Eliseo, para que la niña volviese a la vida?

¿Serían necesarias la paciencia y la insistencia? ¡Nada de eso! Con su propia autoridad y poder divino, Jesús le dio una orden muy sencilla: “Muchacha, levántate”. La tomó de la mano y, cuando ella oyó la voz del Hijo de Dios, se levantó inmediatamente. Jesús aconsejó a los padres de la niña que le diesen de comer, luego se retiró (Lucas 8:40-56).

¡Qué majestad llena de gracia y bondad se ve en la persona del Hijo de Dios! Él es el Dios a quien Elías y Eliseo oraron, el que tiene la vida en sí mismo (Juan 5:26). Hoy Jesús transmite la vida a todos los que creen en él. ¡Y esta vida va más allá de la vida en la tierra; él nos ofrece una vida eterna en el cielo!

Editor

Rafael Navarro, es Comunicador Social- Periodista de origen colombiano, ha trabajado por más de 30 años en medios de comunicación en español, tanto en Colombia como en Estados Unidos, en la actualidad es editor del periódico El Nuevo Georgia.

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