Trump contra la prensa
Voy a decirlo desde un principio: me estoy preparando para cuatro años (y quizás ocho) con Donald Trump en la presidencia.
Sí, he escuchado a gente muy inteligente -como al ex asesor de Seguridad Nacional, James Clapper- decir que Trump no está capacitado para ser presidente y que le preocupa que tenga en sus manos los códigos para lanzar bombas nucleares. Pero Trump ganó la elección en Noviembre pasado y en las democracias gobiernan los que ganan.
También hay muchos que creen que Trump podría ser destituido. El fiscal independiente, Robert Mueller, investiga si el gobierno ruso conspiró con la campaña presidencial de Trump para ganarle a Hillary Clinton. Pero mientras no haya ninguna evidencia incontrovertible de que los resultados de la elección fueron manipulados o que Trump personalmente pidió la intervención rusa, él seguirá en la Casa Blanca.
Sí, Trump es el presidente y lo será por un buen rato. Pero eso no significa que tenga siempre la razón. A él le gustaría que los periodistas independientes fuéramos como la prensa estatal en la antigua Unión Soviética o en las actuales Cuba y Corea del Norte: obsequiosos, partidistas, obedientes y serviles.
Nunca será así. Aquí en Estados Unidos la primera enmienda de la Constitución nos protege a los periodistas contra cualquier persona o ley que quiera limitar nuestra libertad de expresión y de prensa. Aunque Trump quiera, no nos puede callar. Por eso nos ataca en público, como en un berrinche.
Su discurso de 77 minutos en Phoenix, Arizona, ha sido uno de los más brutales ataques de cualquier presidente estadounidense en contra la prensa. Nos acusó desde falsificar noticias hasta ser enemigos del país. Trump estaba claramente enojado.
¿Por qué? Porque los periodistas, con razón, destacamos que culpó a “ambos lados” -racistas y sus opositores- de la reciente violencia en Virginia. Porque dijo que había “gente fina” entre los supremacistas blancos que se manifestaban. Y porque describió como “bellas estatuas” los monumentos que recuerdan a los líderes de la Confederación que defendieron la esclavitud. Por eso se enojó Trump.
Ni modo.
Sí, Trump es el presidente pero miente mucho. Y la prensa ya lo sabe. El Washington Post hizo una lista de todas sus mentiras. Son 1,057 mentiras desde el 20 de enero hasta el 22 de agosto. Un promedio de 4.6 mentiras por día. Los periodistas tenemos la obligación de reportar que el presidente de Estados Unidos no dice la verdad.
Sí, Trump es el presidente pero ha hecho varios comentarios racistas. Culpó injustamente a los inmigrantes mexicanos de ser criminales y violadores. Y dijo que el juez Gonzalo Curiel no podía hacer bien su trabajo solo porque sus padres son de origen mexicano. Los periodistas tenemos que informar a la gente cuando su presidente queda embarrado por coquetear con el racismo.
A Trump no le gusta cuando le cantamos sus verdades a la cara; cuando le decimos que miente, que se equivoca, que hace comentarios sobre personas de otros grupos étnicos que obligarían a la expulsión de cualquier niño estadounidense de su escuela. Pero al presidente no lo podemos expulsar de la Casa Blanca. Así que nuestra único remedio es criticarlo y destacar sus errores. Ese es nuestro principal función social como periodistas; cuestionar al presidente y a los que tienen el poder.
Esto es importante. Los periodistas criticamos a Trump no porque seamos partidistas o porque odiemos a Estados Unidos (como él quiere hacerle creer a la gente). No, lo criticamos por sus propias faltas y errores.
Estoy bien entrenado. Durante más de 30 años me ha tocado cubrir dictadores, déspotas y líderes autoritarios en América Latina. Trump, a veces, se parece a esos personajes de Gabriel García Márquez que se creen omnipotentes e invencibles. Pero en las novelas del Premio Nobel de Colombia -y en la realidad- esos personajes siempre acaban desmoronándose. Trump no será la excepción.
Así que este es mi pronóstico. Trump seguirá siendo presidente y los periodistas seguiremos informando cuando diga mentiras y cuando haga comentarios racistas, sexistas y xenofóbicos. Trump, seguramente, nos seguirá atacando. Pero los periodistas ya sabemos qué hacer: ante cada ataque, más periodismo.