Rosas y espinas
Por: Juliana Henao
Siempre he pensado que creer en Dios y ser un ser spiritual es muy fácil cuando estás bien y tienes en tu vida todo bajo control, de acuerdo a tu gusto, pero cuando las situaciones se salen de tus manos, tu esposo no es el hombre honesto y sincero que pensabas, tus hijos están consumiendo drogas o se enferman, pierdes el empleo, te quedas sin dinero, solo por mencionar algunas situaciones es cuando posiblemente empiezas a renegar de Dios, a preguntarte ¿por qué a mí? ¿Por qué a mis hijos? ¿Por qué mi familia?
Pero es precisamente en estos momentos donde debes confiar en la Voluntad Divina.
Es demasiado pretencioso pensar que la vida es un camino perfecto, donde se cumplen todos tus sueños. Y que afortunadamente y para tu propio bien existe un Ser Superior, que cuida siempre de ti, que no cumple tus sueños caprichosos dictados desde tu ego mal educado, pero que si escucha el susurro de tu alma. Que sabe cuáles son tus necesidades reales y que te previene de mayores males.
Y que te permite vivir experiencias de aprendizaje para no que te sumas en el sufrimiento, si no por el contrario para que valores en cada dolor que sientas, la alegría, para que descubras talentos que en circunstancias normales no te hubieras dado cuenta que los tenías, para que sientas gratitud por aquellos que de verdad te aman, para que descubras tus propias fallas. Para que puedas comenzar de nuevo.
Cada situación de dolor, de conflicto es una oportunidad para mirarte al espejo sin cerrar los ojos, sin usar un velo, para poder verte a ti mismo tal y cual cómo eres. Porque es súper sencillo mentir y crear una historia, pero cuando surgen estas situaciones no puedes seguir mintiéndote. Quizás elijas darte la espalda, y negarlo, pero ya sabes la verdad.
Y lo único que lograrás con tu actitud será generar más situaciones de dolor, hasta que toques fondo y ya no tengas más que aceptarla, y pueden pasar años antes que suceda, o quizás decidas mirarte al espejo una y otra vez conociéndote un poco cada momento, haciendo cambios, reconociendo ese lado oscuro que no te gusta tanto, limpiándolo, respetándote, reconociendo en ti que eres un hijo de Dios en su máxima expresión de amor.