¿Qué miramos?
«Ciertas películas son más que simples diversiones… Trasmiten una idea, una duda, una angustia, incluso un nuevo miedo al espectador. Esta forma de contaminación las fortalece, y es lo que a menudo les permite no ser olvidadas».
Esta observación de un crítico de cine debería motivarnos a tener cuidado con nuestro entorno moral. Nuestra salud puede estar comprometida o mejorada por el aire que respiramos; de la misma manera, nuestro espíritu es sensible a lo que leemos, escuchamos o vemos.
La fuente de nuestros pensamientos puede estar contaminada. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”, nos dice la Palabra de Dios (Proverbios 4:23).
Muchos espectáculos, libros, e incluso programas educativos presentan escenas donde el pecado sirve de centro de interés, incluso de placer malsano. ¿Quién es su instigador? “El impío concibió maldad, se preñó de iniquidad, y dio a luz engaño” (Salmo 7:14).
Cristianos, sigamos este consejo: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo” (1 Juan 2:15).
¿Cómo respirar un aire puro? “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:1-2).
Leyendo y meditando regularmente la Biblia, fortaleciéndose en la comunión con Dios mediante la oración, el creyente puede permanecer con buena salud espiritual. Cuidemos nuestro espíritu, no lo expongamos a la contaminación.