Santa Claus y el doctor Fauci
Por: Jorge Ramos
Era la última pregunta. “Tengo que preguntarle sobre Santa Claus”, le dije al final de la entrevista al doctor Anthony Fauci, uno de los principales asesores médicos del gobierno de Estados Unidos durante la pandemia del coronavirus y director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas por los últimos 36 años. “¿Qué va a pasar con él durante las fiestas de navidad?”
“Santa está exento de todos los problemas”, me contestó el doctor Fauci, con la certeza del que ha contestado mil preguntas parecidas y quien cumple 80 años precisamente el 24 de diciembre, el mismo día de la llegada de Santa Claus. “Él tiene una muy buena inmunidad innata. Él no se va a infectar ni tampoco puede infectar a otras personas. Así que lo deben dejar bajar por la chimenea para que traiga sus regalos.”
La hipotética y breve respuesta del doctor Fauci estaba cargada de sabiduría y pragmatismo. Apuntaba a las personas más vulnerables ante el Covid-19 -mayores de edad, obesos y con condiciones médicas preexistentes- y también a la solución a esta crisis mundial: no contagiar ni ser contagiado.
Antes que llegaran las vacunas a salvarnos, Fauci era nuestra vacuna. Es decir, nuestra mejor protección frente al virus. Ante las mentiras y la orgullosa ignorancia del presidente Donald Trump -quien alguna vez dijo que el virus desaparecería “milagrosamente” en abril y que “el riesgo para los estadounidenses era muy bajo”- el doctor Fauci es quien nos regresaba a la realidad y nos daba la información correcta.
Esto, claro, ponía furioso a Trump, quien odia que lo contradigan. Pero el presidente nunca se atrevió a despedir a Fauci.
“Quiero entender cuál es su papel cuando el presidente Trump miente sobre la pandemia”, le dije a Fauci durante una entrevista a finales de noviembre. “Si le preguntas a cualquier persona, te va a decir que yo soy una de las personas más directas y francas que te puedas imaginar”, me dijo el doctor. “He estado en reuniones en la Casa Blanca y he dicho cosas que varían de lo que el presidente ha estado diciendo. Así que nadie puede apuntarme y decir que no he sido franco y directo. Porque sí lo he sido.”
Las cosas, desafortunadamente, han ido empeorando. Hemos pasado ya de los 300 mil muertos en Estados Unidos por el Covid-19 y hay días en que mueren tres mil personas o más. Las unidades de cuidados intensivos de muchos hospitales están al límite de su capacidad y, si las condiciones no cambian, pronto pasaremos de los 20 millones de contagiados.
“¿Puede usted reconocer que ha fracasado el grupo de trabajo (de la Casa Blanca) encargado de enfrentar el coronavirus?” le pregunté a Fauci. “No, no creo que usted pueda decir eso señor Ramos”, me dijo con seriedad. “Creo que tenemos que tomar en cuenta que esta ha sido una situación extraordinariamente inusual con un virus que ha devastado, no solo a Estados Unidos, pero también al resto del planeta.”
Y luego me pidió más tiempo para explicarse. El grupo de trabajo de la Casa Blanca hizo sus recomendaciones de salud pública, como el usar mascarilla, lavarse las manos, mantener una sana distancia y evitar lugares concurridos, particularmente si son sitios cerrados. Pero la implementación de estas medidas varió en los distintos estados.
“Hubo algunos funcionarios que no les pusieron la atención debida a nuestras recomendaciones”, me dijo, “Y hubo otros que trataron, pero la población del estado no pensó que la situación era peligrosa y se congregaron en bares y lugares cerrados sin el uso de máscaras. Por esto me niego a aceptar que nuestro grupo de trabajo fracasó.”
Sin duda, hubo muchas cosas que se pudieron haber hecho de manera distinta para evitar tantos muertos por la pandemia. Una, quizás la más importante de todas, ordenar el uso obligatorio de cubrebocas en lugares públicos. Pero el asunto, en lugar de haber sido una decisión médica y de salud pública, se convirtió en debate político. Trump envió el mensaje equivocado una y otra vez al negarse a usar mascarilla en público.
Faltaron pruebas a tiempo, un sistema efectivo de rastreo, coordinación entre los estados y, sobre todo, la honestidad del presidente. Trump ocultó la información sobre la peligrosidad de la pandemia cuando más se necesitaba. “Lo quería minimizar”, le confesó al periodista Bob Woodward en marzo. “Todavía lo quiero minimizar porque no quiero causar pánico.”
Faltó liderazgo. Y cuando el presidente se equivoca en un tema como este, mucha gente se puede enfermar.
Pero lo que sí podemos decir es que las cosas hubieran sido mucho peor sin el doctor Fauci, a quien le ha tocado lidiar directamente con seis presidentes. Él sabe cómo defenderse de los virus y de los malos políticos: con datos, con mucha investigación, paciencia, franqueza y mucha ciencia.
Santa Claus puede llegar tranquilo en navidad. Ya lo dijo el doctor Fauci y a él sí le creo.