“Sobreviví a la tortura en varias cárceles de Georgia”, dice dreamer deportado
El Nuevo Georgia News
Cuando hablamos por primera vez con María Estela Samaniego, para que nos contara un poco la historia de su hijo Eduardo, nos dijo que, desde que estaba pequeño siempre fue inquieto por aprender, bueno para obtener buenas calificaciones y sobresalir, lo mismo que muy preocupado por cómo lucía.
“Siempre regresaba impecable del colegio, así como se iba bien vestido así regresaba”, dijo la maestra mexicana, describiendo en rasgos generales a su hijo, quien llegó a ser un lidere reconocido a nivel nacional por su defensa de los derechos de los “Jóvenes Soñadores”.
Otro aspecto que recuerda es que Eduardo era un obstinado con las tareas. “Se destacaba en todo, no tanto en cosas como el deporte, pero sí en todo lo académico”.
María Estela, dice que, por razones de trabajo, Eduardo estuvo la mayor parte de su niñez al lado de sus abuelos, a quienes llama aun como “papá Chui” y “mamá Mela”, también recordó que tuvieron que hacer muchos sacrificios para conseguirle la visa para que viniera a Estados Unidos.
“A veces incluso con privaciones, pero él tenía muchas ganas de salir adelante, él tenía muchos sueños, ganas de aprender inglés, ganas de estudiar, ganas de terminar la high school…nosotros le decíamos te podemos ayudar aquí…pero él no escuchaba él decidió venirse para acá y emprender su camino…”
Del anonimato a la luz pública
Aunque nunca pasó desapercibido en su escuela secundaria North Cobb en Kennesaw, donde llegó a ser presidente estudiantil, si fue a la salida de esta cuando inició una maratónica carrera de activista que le llevó en el 2014 a obtener una beca para estudiar en la Universidad de Hampshire.
En la misma, y en el primer año, fue electo presidente del cuerpo estudiantil de dicha universidad.
“En esta lucha que emprendía a mi corta edad, marchando, organizando por los derechos humanos, donde muchos me tendieron la mano y muchos más apoyaron mis acciones, fue donde viví y aprendí de los innumerables problemas sistémicos que mis hermanos y hermanas de Georgia vivían diariamente”, nos dijo en una entrevista reciente Eduardo desde la casa de sus abuelos en México, donde vive hace dos años.
Tras sobrevivir a un voraz incendio en el verano de 2015 estando de vacaciones en Georgia, Samaniego sufrió quemaduras en el 43% de su cuerpo además de haberse fracturado varias costillas y lastimado la columna vertebral.
Luego de su larga recuperación regresó a su universidad y a seguir su trabajo como activista, pero ya iba un tanto afectado en su parte anímica y mental por dichos sucesos.
En octubre de 2018, la policía del condado de Cobb lo detuvo por veintisiete dólares.
“Después de pedir un taxi a casa, me di cuenta, a mitad de camino hacia mi destino, que no tenía mi billetera conmigo. Inmediatamente notifiqué al taxista de mi error; sin embargo, en lugar de permitirme pagar mi pasaje una vez que llegué a mi destino, se detuvo, me encerró en su vehículo y procedió a llamar a la policía”.
Como consecuencia de ello, estuvo preso varios días en la cárcel de Cobb, y de ahí entregado a inmigración.
Comienza la tortura
“Yo mismo después de años de abogar en contra de encarcelar a inmigrantes, todavía no podía comprender hasta qué punto la policía podía hacer de esta prisión un infierno ardiente para mí”, relató.
Lo que experimenté en cuerpo, mente y alma no puedo expresarlo como otra cosa que una tortura física y psicológica creciente, indescriptible y completa”
Dice que los oficiales del lugar lo deshumanizaron y le negaron servicios básicos como papel higiénico y jabón.
“Además, el personal de la prisión me prohibió salir a tomar un simple soplo de aire fresco como el resto de los internos. Me obligaron a entrar en duchas heladas en medio de diciembre y luego a duchas hirviendo que me quemaron la piel y me dejaron ampollas en todo el cuerpo”.
Narró que, en varias ocasiones, le quitaron toda la ropa y lo dejaron sin nada más que ropa interior en medio de las frías noches del invierno.
A manos de la migra
Más tarde lo enviaron al centro de detención de Irwin, allí, permaneció en confinamiento solitario durante semanas, castigado y despojado de toda la ropa durante un período prolongado después de protestar a gritos cuando vio a niños centroamericanos en jaulas junto a las celdas de aislamiento.
“La vista de los niños encarcelados era insoportable, y recuerdo que me lastimé las piernas y las rodillas al golpear las puertas exigiendo que los niños fueran liberados, ese fue uno de los peores momentos”, dijo Samaniego con voz quebrada cuando le preguntamos por ese episodio.
Por lo que ahora considera retaliación debido a su activismo, Samaniego dice que lo colocaron en cinco prisiones diferentes de Georgia. Incluso después de que varios Senadores y Congresistas de todo el país firmaran cartas exigiendo su liberación.
“Nadie firma su salida voluntaria”
Hablando con más sobriedad ahora, Samaniego dice que cuando firmó su salida voluntaria, era porque ya no resistía estar más encarcelado.
“Te llevan a un extremo en el que, solo quieres salir, no quieres sufrir más, no quieres más humillaciones”, señaló.
“Decidí firmar mi salida voluntaria para escapar de la tortura que ya no podía soportar, mientras lo hacía, no podía dejar de oír las palabras del excandidato a presidente Mitt Romney resonaban en mis oídos cuando decía: ‘Vamos a hacer la vida tan difícil a los inmigrantes, ¡que no tendrán más remedio que auto deportarse’…y así pasó conmigo!”