El teatro republicano
Por: María Isabel Pérez
El término “teatro” alude a la representación de una historia que hacen actores frente a una audiencia. Es todo un arte y tiene mucho seguidor.
Pero parece que últimamente la palabra “teatro” ha sido la preferida de algunos senadores republicanos en discusiones relacionadas con la pandemia del coronavirus y el uso y porte de armas.
Primeramente, me refiero al senador, Rand Paul, de Kentucky, quien, en una sesión del comité de salud, educación, trabajo y pensiones, confrontó al director nacional del instituto de alergias y enfermedades infecciosas, Antonio Fauci, sobre el uso del tapabocas.
Presentando algunos estudios, Paul argumentaba que una persona estando ya vacunada completamente contra el coronavirus o habiendo superado el virus no necesitaba usar mascarilla. Acusó a Fauci de promover lo que llamó “un teatro” en torno a la recomendación de su uso.
Fauci le contradijo rotundamente señalando que no tiene en cuenta las nuevas variantes, y que aún faltan los datos concluyentes respecto a si una persona puede transmitir o no el virus después de inoculada.
Hace pocos días, nuevamente escuchamos al senador por Texas, Ted Cruz, utilizar la palabra “teatro” para atacar a los demócratas que volvieron a ventilar el problema del porte de armas en el país como factor del surgimiento de las masacres.
Cruz sindicó a sus colegas demócratas de fomentar el mismo “teatro” cada vez que hay un tiroteo en el país, oponiéndose a iniciativas que conlleven a poner límites en el uso y porte de armas.
Pues bien, los más de 550 mil personas muertas y las 30 millones infectadas nos dicen que este virus es bien dañino y cualquier actuación de parte de la gente para evitar estar en esas dramáticas estadísticas no es un teatro.
Docenas de masacres a lo largo de la geografía de los Estados Unidos en los últimos años, las dos más recientes en menos de una semana, que dejan un mal sabor y la certeza que hay que hacer algo antes de que la próxima ocurra. Eso no es teatro.
Lo que sí es teatro, es la ridícula representación realizada por la señora Sidney Powell, ante el mundo entero.
La ex abogada de Donald Trump posó durante semanas ante la prensa señalando que las elecciones habían sido un fraude astronómico y que tenía pruebas colosales del triunfo de su cliente y de la forma engañosa que su adversario utilizó para ganar la presidencia.
Powell dijo repetidamente que la compañía Dominion que estaba encargada de las máquinas de votación las había manipulado de tal manera que los votos eran cambiados alegremente a favor de Biden.
Aseveró que la compañía provenía de Venezuela en donde habría ayudado a ganar a Hugo Chávez (muerto hace 13 años). Incluso Dominion habría sobornado al gobernador de Georgia y a su secretario de estado para favorecer a Biden.
Después de decenas de intentos por cambiar los resultados en pleitos que llegaron hasta la Corte Suprema de Justicia, la verdad que todo el mundo sabía fue confirmada una y otra vez. Trump perdió y Biden ganó.
Por supuesto la compañía Dominion Voting System no se iba a quedar de manos cruzadas y presentó una demanda por difamación que llega a los 1.3 mil millones de dólares contra la señora Powell.
Ahora como muy buena actriz y sin ningún tipo de vergüenza pidió ante un juez federal desestimar la demanda porque al parecer todo se trató de “una pantomima”.
Según sus propias palabras, todas sus declaraciones no podrían tomarse como hechos probables y que ninguna persona en su sano juicio podía creer en sus conspiraciones de fraude electoral. Eso sí es teatro.