El lado correcto de la historia
Estados Unidos, a lo largo de su historia, ha sido sumamente generoso con los inmigrantes. Desde luego, han existido momentos en que esta nación ha rechazado y discriminado a extranjeros de Alemania, China, Japón, Irlanda y América Latina, entre muchos otros. Pero, al final de cuentas, siempre rectifica y vuelve a abrir sus puertas a los inmigrantes. Ese es el lado correcto de la historia.
“Nuestra política migratoria debe ser generosa; debe ser justa; debe ser flexible”, escribió el presidente John F. Kennedy en su libro Una Nación de Inmigrantes en 1958. “Con una política así, podemos mirar al mundo y a nuestro propio pasado con las manos y la conciencia limpias.”
Ese ideal de JFK es muy distinto a lo que estamos viviendo actualmente. Nunca, desde que llegué a Estados Unidos en 1983, había visto y sentido un ambiente tan hostil en contra de los inmigrantes. Unos los atacan y otros los deportan.
En Alabama y Arizona los persiguen y los encarcelan hasta por una pequeña infracción de tránsito. Ninguno de los candidatos republicanos a la presidencia apoya la legalización de 11 millones de indocumentados. Algunos, incluso, los quisieran regresar a sus países de origen (aunque nunca explican cómo).
El presidente Barack Obama no cumplió su promesa de presentar una propuesta migratoria en el congreso durante su primer año de gobierno y, además, ha deportado a más de un millón de indocumentados desde que tomó el poder, separando a miles de familias. El 45 por ciento de los deportados no tenía ningún tipo de antecedente criminal.
¿Por qué está pasando esto? Parte es la crisis económica y que muchos culpan, injustamente, a los indocumentados por los problemas del país. Parte es que muchos políticos se han dado cuenta que pueden ganar elecciones y poder atacando a un grupo –los inmigrantes sin papeles- que nadie representa.
Y parte es que todavía no hay suficientes latinos votando por personas que, de verdad, comprendan a la comunidad hispana y la protejan de ataques injustos.
Pero, al final, estoy convencido, Estados Unidos hará lo correcto. Ronald Reagan lo hizo. Hace 25 años firmó una ley (IRCA) que le dio amnistía a 2.7 millones de inmigrantes. Me llaman tanto la atención los republicanos que dicen defender el legado de Reagan pero que no se atreven a votar en el congreso por una ley que saqué de la oscuridad a millones.
Si uno escucha algunas estaciones de radio y televisión, o los discursos incendiarios de muchos políticos de ultra derecha, podría tener la falsa impresión de que casi todos los norteamericanos rechazan una reforma migratoria. Pero no es así.
La mayoría de los estadounidenses tiene una actitud generosa con los indocumentados. Una reciente encuesta realizada por Univision y por Latino Decisions encontró que el 58 por ciento de los norteamericanos favorece la idea de convertir en ciudadanos de Estados Unidos a los indocumentados que no hayan cometido crímenes, que paguen impuestos y hablen inglés. (Entre los latinos el apoyo a esa idea es del 67 por ciento.)
Atacar a los indocumentados ya está teniendo sus consecuencias. Jueces han bloqueado las partes más dañinas de las leyes antiinmigrantes de Alabama y Arizona. De hecho, el creador de la ley HB-1070 de Arizona, el líder del senado estatal Russel Pearce, acaba de perder su puesto en una elección revocatoria. Es decir, los votantes, cansados de sus ataques a los extranjeros, lo deportaron a su casa al igual como él hizo con tantos inmigrantes.
Si los republicanos quieren ganar la Casa Blanca, van a tener que moderar sus ataques a los indocumentados y proponer algún tipo de plan para que puedan quedarse legalmente en el país. Eso es lo que quiere la mayoría de los norteamericanos, según nuestra encuesta. Si no lo hacen, será políticamente imposible para los republicanos conseguir más de la tercera parte del voto latino y, por lo tanto, perderán una vez más la presidencia.
De lo que se trata es, sencillamente, estar del lado correcto de la historia. Y eso es estar con los inmigrantes. Kennedy estuvo del lado correcto y Reagan también. ¿Quién se atreve a seguirlos?
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