“Dime con quién andas y te diré quién eres” también funciona en política
Por: Maribel Hastings
Hay un refrán popular en español que dice “Dime con quién andas y te diré quién eres”, el cual plasma claramente cómo las personas de las que te rodeas dicen mucho sobre tu carácter y tus valores.
Y eso aplica también en el ámbito político.
Por ejemplo, las recientes masacres en diversas partes del país y la intentona de golpe de Estado del 6 de enero de 2021 en el Capitolio federal han puesto de manifiesto el efecto devastador de las campañas de desinformación en plataformas sociales y ciertos medios tradicionales cuando esas falsedades no se denuncian y se frenan de inmediato.
Pero hay quienes no solamente apoyan ideológicamente esas barbaridades que han dañado la democracia estadounidense, sino que se atreven a hacerse eco de todo ello, sin medir las consecuencias de su irresponsabilidad histórica.
Y, peor aún, hay quienes en el ámbito electoral se dejan respaldar por quienes desde su trinchera política diseminan sin recato la retórica de odio contra las minorías, actitud que siempre va acompañada de una sobredosis de racismo, xenofobia, discriminación y un elevado sentimiento antiinmigrante.
America’s Voice, en contraste, acaba de lanzar la campaña bilingüe Dime con Quién Andas para informar a los votantes sobre los políticos republicanos que, aunque muchas veces no propaguen directamente las mentiras de sus compañeros de partido, tampoco los condenan con energía ni los señalan públicamente, convirtiéndose en cómplices por su silencio.
La campaña se centra inicialmente en seis candidatos republicanos a la Cámara Baja en las elecciones intermedias de este año en distritos fronterizos en Texas, Arizona y Nuevo México; aunque el plan es incluir a otros candidatos según avanza la contienda electoral.
Mario Carrillo, director de campañas de America’s Voice, declaró que “antes de las elecciones de noviembre, los votantes de nuestra comunidad deben saber por quién están votando y si esos candidatos y sus amigos tienen nuestros mejores intereses en mente”.
En efecto, hay un peligro latente en el proceso electoral que se avecina, pues esa retórica de odio que se extiende por estos días en el país también ha demostrado qué ocurre cuando figuras políticas se hacen de la vista larga y no denuncian ni condenan a quienes propagan mentiras, muchas veces con consecuencias fatales.
No es un secreto para nadie que el Partido Republicano se ha radicalizado al punto de legitimar teorías conspirativas que antes se limitaban a grupos supremacistas marginales que con el ascenso de Donald Trump al poder, el principal porrista de esas teorías, sintieron que finalmente había arribado su “mesías” y tendrían carta blanca para propagar su racismo y su xenofobia.
Tanta ha sido la nefasta influencia del exmandatario que el pasado jueves, en la primera audiencia del Congreso sobre el motín del 6 de enero —perpetrado por una turba trumpista que se creyó la mentira de Trump de que le habían “robado” la elección— fue asqueante ver en video a algunas de las figuras republicanas que en su momento no enfrentaron ni condenaron al expresidente, decir que, en efecto, la elección no fue robada.
Es asqueante porque cuando Trump y sus lugartenientes propagaban una mentira que no únicamente puso en peligro nuestra democracia, sino que costó vidas, esas figuras permanecieron calladas.
Es el caso del exsecretario de Justicia, Bill Barr, quien testificando bajo juramento declaró en video que le había dicho a Trump que no hubo tal fraude; pero cuando era secretario de Justicia no lo denunció públicamente de inmediato, permitiendo que la falsedad se regara como pólvora y, como en este caso, tuviera consecuencias fatales.
Desde que descendió por la escalera de la Trump Tower para anunciar sus aspiraciones presidenciales, el expresidente se dedicó a propagar mentiras sobre los inmigrantes, tildándolos de criminales y violadores. De ahí en adelante, el Partido Republicano como institución les ha dado albergue a las teorías conspirativas sobre la “invasión” de migrantes no blancos “promovida” por liberales que buscan “reemplazar” a los estadounidenses blancos.
Esa ha sido una de las tragedias nacionales más significativas de este nuevo siglo, en el que se aspiraba a superar los escollos del racismo y a apuntalar los derechos humanos, para que este país siguiera sirviendo de modelo social y democrático.
Pero no solamente se ha fortalecido el rechazo al otro, sino que se ha sembrado la nueva semilla del prejuicio racial como clave definitoria del proceder de una buena parte de la sociedad estadounidense. Sobre todo, de aquellos que asocian la “libertad” con el uso indiscriminado de las armas.