Siria, a casi un año de conflicto
Por: Adriana García
La región de Medio Oriente y algunos países árabes experimentan hoy día una ola de cambios en sus regímenes, muchos la atribuyen a la apertura y promoción de la información que ha infundido en nuevas generaciones de jóvenes árabes un sentimiento nacionalista con tintes democráticos.
Los eventos suscitados el año pasado en Tunicia, Egipto, Yemen y Libia forman parte de lo que muchos analistas consideran el despertar de un nacionalismo pan árabe, donde el cansancio y tedio contra gobiernos autoritarios y tiranos ha dado paso a revoluciones civiles que intentan deshacerse de terribles gobiernos y escapar de la miseria económica y social dominada por el terror y el miedo.
Hoy parece ser el turno de Siria, cuyo conflicto inició en marzo del 2011 con una serie de protestas contra el gobierno del Presidente Bashar al Assad en demanda de mayores libertades políticas y mejores oportunidades económicas para su población. Si bien, el mismo Assad había declarado que su gobierno no sería parte de las revueltas ocurridas en los países vecinos, al considerarse a sí mismo un gobernante joven y contar con una aparente legitimidad, el crecimiento de un despotismo y sectarismo favoreció las condiciones para una revuelta en su contra.
El saldo de muertos calculado por las Naciones Unidas de marzo a la fecha es ya cerca de 5,400 personas, que ha incluido la de los reporteros de origen francés, Remi Ochlik y de la inglesa Marie Colvin, así como innumerables heridos y víctimas de abusos contra los derechos humanos, lo que ha estimulado a la comunidad internacional a tomar cartas en el asunto.
Agrupados bajo el nombre de Amigos de Siria, más de 60 países que incluyen a Estados Unidos, Israel, Turquía, Francia, y Gran Bretaña, buscan poner fin a la violencia que está afectando a ciudades como Damasco, Daraa, Hama, Rastan, Homs y Jisr al Shughour, donde se hallan los principales bastiones de resistencia. Esta acción ha generado controversia ante el hecho de que la mayoría de los países se oponen al régimen del Presidente Bashar al Assad y demandan su dimisión inmediata, mientras que Rusia y China se rehúsan a tomar parte en las conversaciones al considerarlo un asunto de tipo interno.
La situación en este país se ha deteriorado en gran manera durante las últimas semanas, particularmente ante las acciones violentas que el actual gobierno ha tomado contra la oposición, las cuales han incluido el uso de artillería pesada y tanques contra objetivos civiles, así como el uso de la tortura e intimidación como una arma de amedrentamiento contra la resistencia. Las Naciones Unidas ya han recomendado un cese al fuego inmediato, a fin de preservar la seguridad de cientos de ciudadanos que se encuentran en medio de esta guerra civil.
Esta llamada de atención se une a todas las pasadas acciones para exigir a Siria una pronta solución. Entre las más importantes, destacan el envío de observadores por parte de los países de la Liga Árabe con el fin de monitorear el conflicto y cuya presencia obviamente no ha sido suficiente; las sanciones económicas y comerciales contra el gobierno de Assad por parte de la comunidad árabe, la Unión Europea y Estados Unidos; y finalmente, el retiro de varios representantes diplomáticos del país.
Siria es sin duda una importante pieza para la estabilidad política y social del mundo árabe, así como una nación clave que podría favorecer la extensión de la democracia en la región. Para algunos países como Estados Unidos y la Unión Europea, este tipo de movimientos sociales es positivo dado que entre más gobiernos democráticos en la área mejor será el consenso y la cooperación entre el mundo occidental y el árabe.