En la cruz hallé la paz
Cristo padeció una sola vez por los pecados,
el justo por los injustos,
para llevarnos a Dios.
1 Pedro 3:18.
«Cuando empecé a tener contacto con el Evangelio no quería pensar en la muerte de Cristo. Tal muerte, la muerte atroz de un crucificado, me parecía absurda. Sin embargo, gracias a diversos encuentros que tuve con mis amigos creyentes, tomé conciencia de que el sufrimiento y la muerte de Cristo revelan la profundidad de su amor.
Jesús no sufrió en vano, sino que lo hizo para limpiarnos de nuestros pecados, porque nos ama. Además, por su muerte también nos libra del poder del mal que está en nosotros.
Sí, Jesús venció el abismo que nos separaba de Dios. Llevó el castigo que merecían los pecados de todos los que creen en él. De este modo nos revela el verdadero rostro de Dios, quien no es nuestro adversario, sino el Dios de amor que nos amó hasta el punto de dar a su Hijo unigénito.
Algunas filosofías afirman que la vida es un sufrimiento, y ahí se quedan. Pero Jesús llevó el sufrimiento de la condenación divina contra el mal para darnos la vida.
Un día, mientras escuchaba a un predicador cristiano, repentinamente fui consciente del amor de Jesús en la cruz y de su amor por mí. Las lágrimas corrieron por mis mejillas; no pude contenerme. No me importaba que hubiese gente alrededor de mí aquella noche.
¡Por fin había encontrado un lugar en donde podía descargar mis flaquezas, mi rebelión y mis faltas!». M. K.