De la tierra a la luna y del cielo a la tierra
Jesús dice:
He venido al mundo,
para que todo aquel que cree en mí
no permanezca en tinieblas?
no he venido a juzgar al mundo,
sino a salvar al mundo.
(Juan 12:46-47)
El 21 de julio de 1969 mil millones de telespectadores asistieron a los primeros pasos del hombre sobre la luna (misión Apolo 11). Vieron al astronauta Neil Armstrong salir del módulo lunar y pisar el suelo lentamente. Sus palabras se convirtieron en una frase célebre: «Este es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad».
Dos años después, el astronauta James Irwin pasó por la misma experiencia durante el desarrollo de la misión Apolo 15. Más tarde diría: «Lo más grande para la humanidad no es que el hombre haya caminado sobre la luna, sino que Dios haya caminado sobre la tierra en la persona de Jesucristo».
Efectivamente, hace más de 2000 años el Hijo de Dios, Jesucristo, dejó el cielo para entrar en el tiempo y en el espacio. Tomó la condición humana en su forma más humilde, la de un recién nacido en un establo de Belén.
Su misión era revelar el amor de Dios a la humanidad. A lo largo de su vida aquí en la tierra abrió los ojos de los ciegos, sanó a los enfermos y resucitó a los muertos. A cambio fue traicionado por uno de sus discípulos, negado por otro y abandonado por todos.
Pilato, el gobernador romano, lo condenó incluso reconociendo su inocencia. Se dejó clavar en una cruz, en donde murió para quitar el pecado del mundo (Juan 1:29). Tres días después salió victorioso de la tumba. ¡Resucitó! La venida de Jesús a la tierra cambió completamente la historia de la humanidad.
¿Cambió también su vida?