La Glorificación del Señor Jesús
(Jesús) los sacó fuera hasta Betania,
y alzando sus manos, los bendijo.
Y aconteció que bendiciéndolos,
se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
Lucas 24:50-51.
Después de su resurrección el Señor Jesús mantuvo el contacto con sus discípulos durante 40 días, pero había llegado el momento en que Él tenía que dejarlos. Salió con ellos de Jerusalén hacia Betania, esa aldea donde solía quedarse y donde poco tiempo antes había resucitado a Lázaro. Entonces levantó sus manos y los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
Solemnemente se elevó en virtud de su propio poder hacia la esfera que le pertenece. Desde entonces, con la mirada de fe, los suyos lo vemos allí coronado de gloria y de honra, sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos (Hebreos 2:9, 8:1).
Entonces como hombre, Cristo se sentó con triunfo a la diestra de Dios, en la gloria del cielo. La resurrección y la glorificación de Jesús son la prueba evidente de que la obra de la salvación está cumplida por completo y que la cuestión del pecado está arreglada para entera satisfacción de Dios.
¡Qué certeza y qué recurso para el creyente tener a Alguien que lo ve, que lo ama personalmente y que intercede por él desde el lugar de la gloria! Ninguna circunstancia puede sobrecargar a este Salvador divino.
Ninguna insuficiencia nuestra puede apagar su amor. Así encuentra el creyente sus intereses, su motivación y su fuerza allí arriba, donde mora Cristo glorificado (Filipenses 3:1).