El senador que no se quería callar
El senador Ted Cruz estaba muy tranquilo, sentado en un sofá de su oficina, con la pierna cruzada, mostrando una de sus muy tejanas botas negras. Parecía que nada le preocupaba. Sin embargo, afuera de ahí, las palabras y las acciones del senador de Texas estaban causando una tormenta política.
A pesar de que el reciente cierre del gobierno causó un duro daño a la imagen del partido Republicano –las encuestas los culpan principalmente a ellos por los 16 días de crisis financiera- el senador Cruz sigue actuando como si hubiera ganado. Y puede ser que así sea.
Todos en Estados Unidos ya saben quién es Ted Cruz, ha recaudado miles de dólares de votantes muy conservadores y no es ningún secreto que está preparando una posible campaña por la presidencia para el 2016. Todo basado en su ataque al programa de salud del gobierno conocido como Obamacare y a su negativa de apoyar un camino a la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados.
“La gente está sufriendo”, me dijo el senador en una entrevista. “El sistema de salud Obamacare es el principal responsable de la pérdida de empleos en este país.” Su argumento es que, al obligar que todas las personas tengan cobertura médica, muchas pequeñas empresas tendrían que cerrar. Otros, asegura, están perdiendo el seguro que sus compañías les ofrecían antes de entrar en efecto este programa.
El senador me confirmó que él está cubierto por el seguro médico de su esposa en Goldman Sachs, uno de los mejores del país y cuyo costo se calcula en unos 20 mil dólares al año. Millones no tienen seguro médico en Estados Unidos. Pero la prioridad, para él, es crear empleos. Punto.
El senador también tiene una clara política migratoria. Se considera a sí mismo como defensor de la reforma migratoria. “No hay nadie que defienda la inmigración legal más que yo en el Senador de Estados Unidos”, me dijo. El está a favor de reforzar la seguridad en la frontera y en aumentar a más de 1.35 millones el número de visas para trabajadores extranjeros por año, eliminando los límites que existen por país.
Pero le recordé que muchos hispanos lo consideran un latino “anti-inmigrante” debido a que se opone a un camino a la ciudadanía para los 11 millones de indocumentados en Estados Unidos, inclusive a los estudiantes conocidos como Dreamers. ¿Por qué no darles a estos inmigrantes las mismas oportunidades que tuvo su padre, Rafael, un inmigrante que vino de Cuba? “Mi padre vino legalmente, al igual que tú y millones de inmigrantes”, me contestó este abogado de Harvard.
“Las leyes importan y es muy importante que se sigan las leyes.”
Son este tipo de ideas las que han hecho de Ted Cruz un ídolo del Tea Party y de los grupos más conservadores de Estados Unidos. Algunos lo consideran un posible candidato presidencial. Pero hay un pequeño problema; Ted Cruz nació en Canadá y hay muchos constitucionalistas que creen que, por eso, no puede aspirar a la Casa Blanca.
“Nací en Calgary (Canadá), mi padre es cubano y mi madre es estadounidense”, me explicó. “Mi madre era ciudadana de Estados Unidos por nacimiento así que, bajo las leyes de Estados Unidos, yo soy un ciudadano estadounidense. Esos son los datos”. ¿Ya renunció a su ciudadanía canadiense? le pregunté. “Estoy en el proceso de hacerlo”, me dijo, “pero aún no se ha completado el proceso.”
No me quiso decir si pensaba lanzarse a la presidencia. Como buen político, me explicó que, por ahora, quería concentrarse en su trabajo como senador. Pero la pregunta es ¿por qué Ted Cruz querría renunciar a su ciudadanía canadiense si no es para lanzarse a la presidencia de Estados Unidos?
Como quiera que sea, el político que habló en el Senado durante más de 20 horas para tratar (sin éxito) de que entrara en efecto la nueva ley de salud, sigue hablando. Y no piensa quedarse callado. Su cálculo político es claro: aún perdiendo, gana. Por eso lo vi tan tranquilo, sin prisa, sentado en su oficina.