La resurrección de los muertos
Dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos?
¿Con qué cuerpo vendrán?
Necio, lo que tú siembras no se vivifica,
si no muere antes.
1ª Corintios 15:35-36.
Quedamos asombrados ante la imaginación y las argucias desplegadas por el hombre para negarse a escuchar la voz de Dios.
Algunos no creen en la resurrección de los cuerpos. Para ellos, todo se termina con el polvo y una tumba. A otros les asusta la resurrección y, para escapar de ella, incineran sus cuerpos, olvidando que tanto de sus cenizas como del polvo, incluso de lo profundo del mar, Dios volverá a formar ese cuerpo.
Otros toman toda clase de precauciones para enfrentarse a una «eventual» resurrección, como un rico comerciante búlgaro que ordenó a sus herederos poner en su ataúd víveres e instalar una canalización de aire fresco e incluso un teléfono, por si acaso resucitaba.
Pero los que han depositado su confianza en Dios y creen en su Palabra saben que su cuerpo colocado en la tumba es como una semilla que un día saldrá resucitado.
Cuando el Señor Jesús regrese, mediante su poderosa voz los muertos en Cristo, es decir, los creyentes que hayan muerto, resucitarán, y en un instante serán llevados al cielo junto con los creyentes que vivan en ese momento, “y así estaremos siempre con el Señor” (1ª Tesalonicenses 4:17).
“Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (1ª Corintios 15:54).
El actual período de la gracia habrá terminado; más tarde los incrédulos también resucitarán, pero para ser juzgados y condenados a los tormentos eternos.