Difícil no hablar de inmigración
Se torna una tarea difícil buscar un tema para editorializar que no tenga que ver con la inmigración, no solo porque trabajamos por los intereses de una comunidad migrante, sino porque vivimos, respiramos, tocamos, cuestionamos, luchamos y perdemos el sueño con lo que sucede alrededor de lo que a ella concierne, y eso, hace que se vuelva inevitable y casi que insustituible.
Podríamos escribir sobre la mansión de 2.1 millón de dólares que el arzobispo de Atlanta Wilton Gregory construyó para satisfacer su placeres mundanos, pero, ¿a quién le importa la fortuna que se gaste el arzobispo si a fin de cuentas ese dinero no se lo robó a nadie y hace parte de una herencia que alguien dejó para provecho de su iglesia?
Ahora, si los herederos de Margaret Mitchell autora de Lo que el Viento se Llevó, hubieran especificado que los 14 millones de dólares en aporte a la iglesia católica que ellos dejaban cumpliendo la voluntad de la difunta debían distribuirse de otra forma, ahí sí que hay un problema, pero al parecer no fue así, y a fin de cuentas, a los latinos les vale cuerno, si eso no les quita ni les pone.
Podríamos escribir sobre la bochornosa pelea de los hijos de Martin Luther King, por la venta de la Biblia y el premio Nobel que se ganó el líder afroamericano, y que no hace sino empañar la imagen de una de las figuras más prominentes del siglo XX en Estados Unidos, pero en conclusión, si los venden o no, los latinos tienen que salir a ganarse para el pan como todos los días.
Igual, podríamos hablar del arranque del Obamacare, para algunos la panacea, para otros un elefante blanco de desproporcionadas magnitudes, pero igual. Con Obamacare o sin Obamacare los latinos sin documentos deben enfrentarse todos los días al demonio de las policías locales, que son en su más simple descripción un monstruo chupa sangre de los indocumentados.
Por eso, volvemos al tema migratorio, esta vez porque Obama pensaba que se había salido con la suya queriendo echarles toda el agua sucia de su incompetencia a los republicanos, y el tiro se le ha salido por la culata, pero no solo a él, también a los demócratas solapados que ya traían el disco rayado de tanto repetirlo.
El diario de mayor influencia en el mundo, The New York Times, acaba de poner el dedo en la llaga al evidenciar que Obama no ha hecho más que mentir a todos, mientras opera una maquinaria de falsedades alrededor del tema de la reforma convirtiéndose en el verdadero peligro para las familias inmigrantes, antes que el propio partido republicano.
El diario ha pedido a Obama que actúe porque de las 3.2 millones de deportaciones conducidas en los pasados 10 años y que corresponden a los gobiernos de Bush y de él, la mayoría han sido por ofensas menores entre las que se destacan las “lucecitas” del stop o los direccionales de los vehículos, que terminan identificando a un conductor sin licencia.
Así las cosas, las deportaciones por esas ofensas, pasaron de 43,000 durante los cinco años del gobierno de Bush a 193,000 bajo el de Obama.
“Obama ha agravado este fracaso aferrándose a una estrategia despiadada de endurecimiento de la aplicación (de las normas) a la misma gente que ha prometido ayudar con la legislación que no ha conseguido sacar adelante”, afirma el diario.
Dice que con esta política ha logrado “aumentar el miedo, la ruptura de familias y la falta de oportunidades a la que se enfrentan 11 millones de personas que no pueden cumplir la ley”, y lo instan a proteger los derechos de los inmigrantes, “detener la maquinaria de las deportaciones cuando se abusa de ella” y a centrar sus esfuerzos en combatir a las mafias y bandas que suponen una “verdadera amenaza”.