La última entrevista de Bárbara Walters
Es, quizás, la periodista más famosa del mundo. Y con razón. Lleva más de cinco décadas entrevistando a los personajes que hacen historia y a las celebridades que hacen noticia. Por eso es tan extraño escucharla decir que se retira del periodismo.
Pero, la verdad, un periodista nunca deja de serlo. “Ya no voy a regresar cada semana a hacer una entrevista”, me dijo en una entrevista en las oficinas de The View, el programa que fundó en 1997. “Pero si el Papa me da una entrevista, seguro que regreso”. Lo mismo haría si puede conversar con la reina Isabel II. Y posiblemente también si Mónica Lewinsky decide hablar con ella una vez más.
La entrevista televisiva que le hizo Barbará Walters a Mónica Lewinsky en marzo de 1999, sobre el affair que tuvo con el presidente Bill Clinton, fue vista por más de 70 millones de personas. Ninguna otra entrevista ha tenido más audiencia en la historia de la televisión en Estados Unidos. “Todavía estoy en contacto con Mónica”, me confió y luego, sin temor, me dio su opinión de esta mujer de 40 años: “Es una mujer inteligente y una mujer buena.”
Bárbara Walters no solo cubrió eventos históricos sino que hizo historia. Fue la primera mujer conductora (anchor, en inglés) de un programa matutino a nivel nacional y la primera en presentar el noticiero nocturno. Así abrió el camino para otras mujeres, dentro y fuera de Estados Unidos. “Ese es mi legado”, reflexionó, “todas estas mujeres jóvenes que hay en las noticias. Cuando yo comencé había muy pocas… El hecho de que pude abrir algunas puertas, inspirar, es un legado maravilloso”.
Pero a sus 84 años Bárbara no lo tiene todo. “No creo que las mujeres lo pueden tener todo”, me dijo, refutando la teoría del libro Lean In de Sheryl Sandberg, la jefa de Facebook. “Ni los hombres lo pueden tener todo tampoco…Es muy difícil balancear tu vida profesional con tu vida privada, y cada vez más las mujeres tienen que enfrentar esto.”
Ha entrevistado a todos los presidentes estadounidenses desde Richard Nixon, a líderes mundiales (como Vladimir Putin y Fidel Castro), y a casi todos los actores del momento. Sus preguntas son cortas y maravillosamente claras, como cuchillo. No hay duda de lo que quiere saber. Su mantra: no hay pregunta prohibida.
¿Cuál es su secreto? “Hago mucha tarea”, me dijo, como si apenas empezara su carrera. “Creo que es muy importante. Algunas veces yo sé más de la persona que lo que ellos mismos saben.” Y se nota. Ha hecho llorar a muchos y temblar a más de uno.
Hay mil anécdotas. Pasó 10 días con Fidel Castro pero “no me acerco mucho a nadie”, me contó. Y hasta pudo haber sido “la señora de Clint Eastwood”, confesó. “Me gustaba mucho (el actor) Clint Eastwood y, después de la entrevista, me invitó a cenar. Pero yo le dije ‘no, no, no’”.
Terminé la entrevista con dos preguntas que ella, frecuentemente, le hace a sus entrevistados:
-¿Hay alguna idea falsa sobre usted? pregunté. “La más importante idea falsa sobre mí es que soy muy seria y autoritaria por el tipo de entrevistas que hago.”
-¿Cómo quiere ser recordada? “Como una buena periodista, una buena madre y una buena persona.”
Se acababa mi tiempo con ella y el honor de hacerle preguntas a la campeona de las preguntas. Era mediodía pero aún tenía un montón de cosas pendientes. Bárbara Walters no estaba dando ninguna muestra de que estaba a punto de retirarse.
¿Qué va a hacer el día después de su retiro? alcancé a soplar al final. “Dormir. Voy a dormir. Y el día siguiente también”. Pero tengo la sospecha de que, cuando se despierte, Bárbara Walters volverá a hacer preguntas. Muchas preguntas.