Lo público y lo privado
Si algo se aprende en el ejercicio del periodismo y las comunicaciones en estos tiempos, es que el hilo entre lo público y lo privado se pierde con extrema facilidad sobre todo cuando nuestras acciones en privado generan algún daño a la sociedad y ésta es vulnerada por nuestra mala conducta.
Ante este panorama al periodista no se le puede ni acusar ni amenazar bajo el pretexto de la difamación pues legalmente el argumento se cae por su propio peso, en la medida en que muchos por sus malas acciones han dejado una estela de evidencia en su contra que sus hojas de vidas pasan a ser prontuarios delincuenciales.
Como medio de comunicación estamos a un paso de que se nos amenace de demanda por parte de personas que en lo privado han estafado, robado o vulnerado la confianza de otros y cuando esto sale a la luz pública entonces quieren tapar el sol con un dedo y el periodista es entonces la piedra en el zapato, al final de cuentas eso es parte de nuestro trabajo.
Ni los funcionarios públicos, ni quienes han decidido ser figuras públicas por su propia cuenta, pueden llamar a sus malas acciones “cosas personales” porque han afectado la confianza pública y peor aún, si con ello han sido objeto de arrestos, condenas o comparecencias ante las cortes por sus hechos delictivos.
Sin referirnos a nombres—para no herir susceptibilidades–, hay en nuestra comunidad personajes siniestros que se han vestido de toda clase de pieles para engañar incautos. Los hemos conocido como mecánicos, luego como pastores, más tarde como doctores, representantes artísticos, cocineros de alta gama y charlatanes.
Pero lo peor de eso no es lo que han hecho, sino la cara con que esperan que los recibamos cuando desaparecen por un tiempo mientras se baja la marea a ver si a todos se les olvidaron sus fechorías. Por fortuna los archivos judiciales prevalecen y sirven de evidencia para que estos rufianes o se enderezan de verdad o buscan otro sitio donde rehacer sus torcidos negocios, pero no entre nosotros si es que no se regeneran.
No se puede ser tan cara dura de haber delinquido, una, dos, tres cuatro, cinco y “N” veces y pretender que a la vuelta de algunos años toda esa desconfianza ganada a sudor va a ser borrón y cuenta nueva. La mente individual puede ser traicionera, pero reparar, renovar y crear la memoria histórica para que lo bueno y lo malo no se olviden es parte de la responsabilidad que le asiste a los medios de comunicación.
Ahora bien, vale esta reflexión para llegar al tema de lo público y lo privado cuando se trata de todo aquello que colocamos en las redes sociales en los reconocidos “perfiles públicos” y pretender que los demás tomemos como privado lo que cada quien está publicando a los cuatro vientos.
A ninguna publicación en las redes sociales o en internet que no sea tratada debidamente con los candados de seguridad requeridos, puede reclamársele un carácter de privado como muchos pretenden que se haga, simplemente porque no les interesa que en un momento dado los errores de los demás terminen por ensuciarles sus brillantes hojas de vida.
Vargas Llosa (EL PAÍS, SL, 2011.) lo sabe decir de una mejor manera: “La desaparición de lo privado, el que nadie respete la intimidad ajena, el que ella se haya convertido en un espectáculo que excita el interés general y haya una industria informativa que alimente sin tregua y sin límites ese voyerismo universal es una manifestación de barbarie. Pues con la desaparición del dominio de lo privado muchas de las mejores creaciones y funciones de lo humano se deterioran y envilecen, empezando por todo aquello que está subordinado al cuidado de ciertas formas, como el erotismo, el amor, la amistad, el pudor, las maneras, la creación artística, lo sagrado y la moral.”
Nosotros solo agregaríamos que para no vernos enredados en la mala conducta de los demás, averigüemos mejor con quién nos juntamos y de paso hacer la respectiva “búsqueda” en Internet, así nos evitaríamos muchos dolores de cabeza, porque de todos modos nuestro trabajo como medio de comunicación es dar a conocer lo que otros preferirían que nadie dijera… De eso se trata!