Retraso ejecutivo: el cuento del lobo
¿Por dónde comenzar? Todavía me pregunto quién ha asesorado —primero al candidato Barack Obama y ahora al presidente Barack Obama— a seguir fijando fechas límite para acciones migratorias que no toma o sigue postergando. Como dije la semana pasada, la postergación de las acciones ejecutivas para amparar de la deportación potencialmente a millones de inmigrantes no me sorprende en lo absoluto.
Lo sorprendente habría sido que las anunciara a fines del verano, como indicó que haría. Eso sería noticia. Eso sería un cambio de patrón. Eso habría evidenciado las agallas de las que carecen el presidente y muchos demócratas que durante años han evidenciado más oportunismo que convicción cuando del tema migratorio se trata.
Obama, en entrevista con Meet the Press, de la cadena NBC, afirmó que la emergencia fronteriza es la causa del retraso porque alteró el panorama político.
Y fuentes anónimas de la Casa Blanca argumentaron que la “extrema politización” del asunto por parte de los republicanos llevó al Mandatario a decidir que sería dañino “para la propia política pública y para las perspectivas a largo plazo de una reforma migratoria integral anunciar una acción ejecutiva antes de las elecciones”. Las mismas fuentes indicaron que las medidas se anunciarán antes de fin de año, que es sólo una cuestión de tiempos.
Hay varios problemas con esto. En primer lugar, no sólo los republicanos han politizado el tema sino algunos demócratas del Senado que abogaron por el retraso, argumentando que las acciones ejecutivas lastimarían a demócratas vulnerables que buscan la reelección en estados conservadores aunque en realidad esta elección sea un referéndum sobre Obama y no por el tema migratorio particularmente sino por otros asuntos. Y no sólo lo han politizado este año, sino en muchas oportunidades durante los pasados años cuando incluso con mayorías en ambas cámaras le huyeron como el diablo a la cruz, más recientemente en 2009 y 2010.
En segundo lugar los republicanos politizarán el asunto antes y después de las elecciones intermedias, con acciones ejecutivas o sin ellas, ganen o pierdan el Senado. Y si la Casa Blanca cree que existen posibilidades reales de que los republicanos quieran trabajar de forma bipartidista para impulsar una reforma migratoria a nivel legislativo que legalice a millones de indocumentados, debe saber algo que no ha compartido.
Además, ¿no fue Obama quien dijo en junio que ante la falta de acción legislativa de parte de los republicanos actuaría por su cuenta girando acciones ejecutivas? Si bloquearon la reforma controlando una sola cámara, ¿qué pasará si los republicanos controlan las dos cámaras a partir de enero? ¿Propondrán reforma legislativa en medio de una campaña presidencial? Claro que no. Pero el control demócrata de ambas cámaras tampoco ha supuesto el avance de la reforma a nivel legislativo.
En tercer lugar, la Casa Blanca está fijando, otra vez, fechas límite. Ahora dice que habrá anuncio de acciones ejecutivas antes de que finalice el 2014. Pero todo dependerá del balance legislativo y de las estrategias para la general de 2016. Así que como Santo Tomás, ver para creer.
Las acciones ejecutivas ampararían de la deportación potencialmente a millones con más de una década de vivir en Estados Unidos, con fuertes lazos familiares y comunitarios, con hijos ciudadanos, con trabajo, que aportan a la economía y no suponen una amenaza para la seguridad de nuestra nación.
Millones continuarán viviendo con el temor de convertirse en otra estadística más de la deportación en tanto se concretan las condiciones políticas “propicias” o crecen agallas para finalmente encarar este asunto. Dos meses de espera representan otras 70 mil potenciales deportaciones si, en efecto, actúan antes de fin de año.
Hay quienes insisten en que los votantes latinos no sólo son movidos por el tema migratorio. Pero es un asunto que sí moviliza a un sector de esos electores hispanos. Un sector que elección tras elección ha apoyado a los demócratas que, cuando los nubarrones políticos arrecian, no les tiemblan las manos para dejarlos colgando. Son votantes que tienen familiares o conocidos indocumentados y esperan pacientemente por la voluntad política que no llega. De los republicanos no esperan absolutamente nada que no sean ataques, obstruccionismo y un cinismo sin par al tratar este tema.
De quienes dicen ser sus defensores, los demócratas, esperan respeto y que dejen de dar por sentado su apoyo sólo porque los latinos, por ahora, no tengan otra opción electoral, porque sí la hay y es nefasta: quedarse en casa y no votar en comicios cerrados donde un puñado de votos puede marcar la diferencia entre la derrota o el triunfo. La apatía y la falta de entusiasmo son letales para los votantes y sus intereses y en consecuencia, para los partidos. Ser el “menos malo” de las opciones no es una estrategia electoral convincente.
Ojalá que quienes dicen representar a esa comunidad también se den a respetar y no sigan anteponiendo su acceso a la Casa Blanca y el miedo a hacer olas a presionar a sus presuntos aliados.
Se rompe otra promesa y como en el cuento del lobo, ya cuesta creer si se dice la verdad.