Víctimas de abuso que logran recuperarse
Por: Rafael Navarro- ENG.
Hace tres años cuando su segunda hija en silla de ruedas tenía 15, Verónica descubrió una verdad que cambió el destino de su vida por completo y ahora solo quiere compartir su experiencia con el resto de la comunidad, para evitar que otras personas sean abusadas en sus propios hogares como venía ocurriendo en su caso.
De origen mexicano, Verónica llegó a Estados Unidos por primera vez en 1997 por la frontera con Texas, en el año 2000 se trajo a su pequeña de solo 6 años hasta Welasco Texas, cerca del río Grande, donde la menor hizo parte de su primaria, pero errores de los que ella se arrepiente, hicieron que fuera detenida en el 2001.
“Estuve detenida por 6 meses y en el 2002 fui deportada a México”, narra la mujer, aunque había dejado todo ese tiempo a su niña con su padre en Texas, nunca descartó regresar a Estados Unidos para reunirse con ellos, pero no lo logró hasta el año 2004.
La tragedia que cambió sus vidas
El 7 de agosto de 2004 Verónica recibió una llamada en la que le informaban que su niña—entonces de 10 años–, había estado involucrada en un accidente de autos y que la persona que conducía el vehículo había fallecido, de la menor, daban pocas esperanzas de vida.
“A los 45 minutos de haber recibido la llamada me fui a la frontera a pedir una visa humanitaria para ver a mi hija, pero la negaron”, contó, aunque eso no fue obstáculo para persistir en el intento.
El día 8 de agosto salió de su casa dispuesta a cruzar el río y el 9 ya estaba en San Antonio, “por un cruce rápido que yo conocía” dice. Pero como en el hospital tuvo que entrevistarse con las autoridades que llevaban el caso, no tardaron en darse cuenta que ella estaba de regreso al país de manera irregular.
“Recuerdo que un oficial que antes me había tratado mal por haber regresado, cuando supo lo que le había pasado a mi hija, se me acercó y solo me dijo: ‘lo siento’”.
Los médicos le daban los peores reportes, la menor había perdido parte de su cráneo, tenía fracturas delicadas en distintas partes de su cuerpo y las posibilidades de que quedara en estado vegetal para el resto de su vida eran considerables. Estaba sola y con el corazón roto.
Cuando creyó haberlo vivido todo
Con los cuidados médicos y lo que Verónica ahora llama la ayuda de Dios, su hija pudo recuperarse aunque las secuelas dejadas por el accidente serían para toda la vida. La menor debía ser sometida a otra serie de cirugías en el transcurso de los años, no podría caminar por sí sola, perdería algunas funciones motoras en las extremidades superiores y con terapia podría recuperar el habla.
Sin papeles y con poca ayuda se vino hasta Atlanta para darle un vuelco a su vida. Conoció al Señor y le entregó su vida, se volvió voluntaria de varias organizaciones cristianas, complementaba sus actividades con la actuación, mientras trataba de llevar una vida normal, para entonces estaba comprometida con su nueva pareja con la cual había procreado otra niña.
Cuando los republicanos en el poder buscaron cerrar toda ayuda a personas que no tuvieran documentos, su niña en silla de ruedas por ser menor de edad siguió teniendo asistencia a través de Medicaid de emergencia, pero con muchas limitaciones.
En el 2011, la jovencita entonces de 15 años, le confesó a su mamá que su padrastro la estaba abusando sexualmente. “Eso venía pasando desde el 2009 y yo no me había dado cuenta”, dijo la mujer, aunque ahora admite que había descubierto en el celular de él y en la computadora, algunas cosas que le habían comenzado a inquietar, y por las que habían tenido problemas.
Sin pensarlo dos veces, Verónica enfrentó a su pareja y éste terminó confesando todo. Hizo una llamada a la policía de Gwinnett y cuando los oficiales llegaron el hombre aun estaba en casa y se lo llevaron, fue condenado a 75 años en prisión, con la posibilidad de salir bajo libertad condicional en 25 años.
La luz al final del túnel
A raíz de los sucesos devastadores que acababa de sufrir otra vez, la mujer recibió un golpe
más, cuando empleados del Departamento de Servicios a los Niños y las Familias—DFCS-, por sus siglas en inglés-, le advirtieron que removerían a las dos menores de su casa, porque no les estaba ofreciendo un desarrollo seguro.
El tiempo en que no tuvo a sus hijas se fue a la casa de una amiga y se dedicó a buscar trabajo, luego hizo varios cursos entre ellos de maquillaje y cuando ordenó algunas cosas y tuvo un lugar donde vivir, el gobierno le devolvió a las menores.
“He pasado por situaciones muy difíciles, pero nunca me he apartado de Dios, ahora tengo control e mi vida, cuido de mis hijos y eso me permite estar en paz y bendecida”, señala.
Sin embargo, a Verónica le inquietan dos cosas, la primera es que, a pesar de haber sido ella y su hija víctima de un crimen, inmigración le ha negado una visa U, por haber sido deportada en el 2002, muy a pesar de que a su hija, quien requiere ayuda todo el tiempo, se la acaban de aprobar.
Lo segundo es que ella ha notado que entre las familias latinas el abuso y la violencia están más presentes de lo que se ve a simple vista y ella quiere utilizar todos los medios para llamarle la atención, sobre todo a las mamás para que tengan mucho cuidado con sus hijos menores.
A pesar de que Verónica tiene un abogado que le está llevando el caso, El Nuevo Georgia no pudo obtener sus declaraciones con respecto a esta situación específica, aunque de antemano se entiende que el proceso de petición de su Visa U, ha seguido los lineamientos que para tales efectos demanda la ley de
Los Estados Unidos.
Las estadísticas no mienten
De acuerdo a la encuesta nacional “Arma Silenciosa: La Violencia Doméstica y el Abuso Financiero”, cerca de dos tercios, es decir, 64 por ciento, de las mujeres hispanas dicen que han conocido personalmente a una víctima de algún tipo de abuso, y tres de cada diez –30 por ciento–, han sido víctimas personalmente.
“Los Hispanos, incluyendo a ambos hombres y mujeres, son dos veces más probable (51 por ciento) que vean la violencia doméstica como un serio problema entre personas que ellos conocen, que sus contrapartes blancos no hispanos (25 por ciento).
Cuando se les preguntó si el abuso físico, sexual, emocional y abuso financiero eran razones para que
una víctima saliera de una relación peligrosa, únicamente el 39 por ciento de los hispanos cree que el abuso financiero es “siempre” una razón para salirse, haciéndola la razón menos probable por la que los hispanos se salgan.
El abuso físico ocupó el No.1 con un 88 por ciento, lo que indica que ésta es una razón para salirse. Los padres hispanos (el 58 por ciento) han discutido más frecuentemente la violencia doméstica con sus hijos, más que los padres blancos no hispanos (43 por ciento).
Aproximadamente 7 de cada 10 (69 por ciento) de las mujeres hispanas con hijos de 16 años y mayores, han hablado con ellos acerca de la violencia doméstica.
Un mensaje a las madres
“A pesar de todo, yo vivo la paz que Dios nos ha dado, sin nadie que nos esté maltratando ni física, ni verbal ni emocionalmente, si Dios quiere, El va a permitir que me quede al lado de mis hijos”.
Verónica no tiene familiares en México, fue hija única, su madre falleció cuando ella era pequeña y su padre nunca correspondió con ella. “Yo no puedo contar sino con mis amigos que me ayudan a veces a cuidar a mis hijos…yo perdí todo, pero ahora Dios me bendecido”.
Finalmente dice que le aterra el solo pensar que alguien pueda en este momento estar bajo el mismo techo de su familia causándole daño a sus niños.
“Si alguien está siendo abusado ¿te gustaría estar en la misma situación y que nadie te escuchara?” se pregunta. “Tus hijos son únicos y nadie te los va a devolver si les sucede algo malo”, concluye.
La Visa U
La visa U está creada para víctimas de crímenes violentos, quienes ayudan con la investigación de la actividad criminal o a la persecución del acusado. En algunos casos, miembros de la familia inmediata son también elegibles. Para más información acerca de esta clase de visa visite la página: www.USCIS.gov.
Para ayuda inmediata en una situación peligrosa, llame a la Línea Nacional de Violencia Doméstica 1-800-799 SAFE (7233) ó TTY 1-800-787-3224.