La familia, los apegos y el aguante
Por: Juliana Henao ( tú tienes su foto)
Como suele pasar cada vez que me reúno con mis amigas trabajadoras sociales, compañeras de universidad, quienes actualmente ejercen su profesión en organizaciones de protección al menor, desarrollo e implementación de proyectos para la comunidad y de desarrollo ambiental, nuestras conversaciones acompañadas por un delicioso café colombiano más que ser simples diálogos de amigas, terminan siendo un debate constructivo sobre nuestro quehacer profesional y nuestros roles en la vida.
De esa manera nuestra conversación gira en torno a la familia, las relaciones entre los miembros, las expectativas y las relaciones con las familias de las parejas. Y quiero compartir con ustedes algunos de los puntos más relevantes que pude concluir de esta conversación.
Indiscutiblemente la familia es la base de la sociedad como la entendemos desde que somos niños, hay muchas expectativas en torno a la familia por parte de las instituciones sociales, económicas, religiosas y políticas que en su gran mayoría no corresponden a la realidad.
En primera instancia, debemos entender que el modelo de una mamá, un papá, e hijos en perfecta armonía (Independientemente si estás de acuerdo o no) es una situación que viven algunos, no es una regla generalizada. Actualmente, podemos encontrar un gran abanico de familias desde aquellas compuestas por un padre e hijos, o madre e hijos, o madre, abuela, e hijo, o hermano mayor y hermanos menores; o nosotros, los tuyos, los míos y los nuestros, o dos papas e hijo, o dos mamas e hijo, o una pareja sin hijos para numerar algunas de las muchas posibilidades que existen.
Partiendo de la comprensión de la diversidad de familias, entramos a un segundo aspecto y son las diferentes relaciones que se dan entre los miembros de la familia. En la cotidianidad, en la vida real, las familias no siempre son centros de amor, educación, y desarrollo de seres humanos mental y físicamente sanos. Los adultos traspasamos de nuestras familias de origen a nuestras familias conformadas todo, desde las creencias, nuestro ADN, formas de preparar los alimentos, la forma de relacionarnos con los demás, lo que sentimos e incluso las bendiciones o las no tan bendiciones.
Un punto bien importante, que la mayoría obviamos, lógico por ser tan evidente, es no nos damos cuenta que al establecer una relación de pareja la hacemos con la pareja y con toda su historia familiar, que en muchos casos no es precisamente de nuestro mayor agrado. Y de esa etapa donde nuestra pareja era absolutamente perfecta a nuestros ojos, vamos a esa etapa donde ya la pareja es de mal carácter, permisivo, o al contrario muy autoritario, celoso, arrogante, poco inteligente, perezoso y la lista puede ser larga. Y si retomamos un poco lo que mencionábamos antes, entonces podemos entender que muchas de las características actuales de nuestras parejas y de nosotros mismos empezaron en la infancia, en el seno familiar.
Frente a estas situaciones no tan plenas y alegres podemos desarrollar habilidades de aguante y apego, o podemos amar y tolerar. El apego como lo describe Walter Riso es la “vinculación obsesiva hacia una persona, objeto o idea”. Es por eso que podemos encontrar en situaciones de pareja donde no somos felices, porque creemos que esa persona nos brinda seguridad y nos da sentido a nuestra vida, porque estamos apegados y luego o casi instantáneamente viene el aguante.
Y el aguante es la actitud complaciente que adoptamos frente a las acciones que nos hacen daño del otro, sin quejarnos, sin hacer nada. El punto crítico del apego y el aguante es que lo maquillamos con los más sublimes sentimientos de amor, comprensión, bondad, fe e incluso a ser cómplices de las actitudes nocivas del otros.
Entonces aguantamos malos tratos, irrespeto, e incluso violencia. Muy por el contrario cuando optamos por el amor y la tolerancia. El amor y la tolerancia nos lleva a establecer límites, a educar con disciplina, a denunciar cuando es necesario, a tener autocontrol sobre nuestra propia conducta, a buscar ayuda, a establecer acuerdos.
Quizás muchos venimos de familias disfuncionales, quizás muchos nacimos en familias funcionales, sea cual fuese nuestra historia ya está, no hay nada que cambiar, pero si podemos y estamos llamados a crear diferentes familias hoy: familias alegres donde haya amor y tolerancia.