A PROPOSITO DE LAS OLIMPIADAS – EL DIA QUE MUHAMMAD ALI EXTRAVIO SU MEDALLA DE ORO
Con motivo de la realización de los Trigésimos Primeros Juegos Olímpicos de verano que se celebran hasta el próximo 21 de agosto en Río de Janeiro, Brasil, se recuerda una historia que nació en los juegos efectuados en el año 1960 en Roma, Italia, cuyo epicentro es el recordado bocazas Cassius Clay. Contando apenas con dieciocho años, Clay resolvió con mucha facilidad sus combates en la categoría de los semipesados y se llevó el oro por unanimidad ante el polaco Zbigniev Pietrzykowsky, quien le puso en apuros durante el primer asalto, pero la rapidez y agilidad del joven Clay acabó desgastándolo y dejándolo sin aliento para asimilar su derrota.
Fue tanta la emoción que despertó la medalla en Clay que éste correteaba con ella por la Villa Olímpica, dormía con ella, iba a la cafetería con ella puesta, es decir, nunca se la quitaba. En Italia, sembró la sensación de que nunca se desprendería, bajo ninguna circunstancia, de ese metal tan preciado, aunque el racismo tenía reservado un misterioso episodio en torno a ella.
Y es que ni el oro ni su defensa de la grandeza de Estados Unidos cambiaron la política racial que prevalecía para entonces en su país. Esta cruda realidad la enfrentó cuando en una cafetería-restaurante se negaron a atenderle: “Volví a Louisville después de los Juegos Olímpicos con mi reluciente medalla de oro. Fui a una cafetería donde no servían a los negros. Pensé que podía ponerles en su lugar, me senté y pedí un menú. El campeón olímpico vistiendo su medalla, y ellos me dijeron: ‘No servimos a negros aquí’. Yo les contesté que no pasaba nada, que no me los comía, pero me pusieron de patitas en la calle. Así que me fui al río Ohio y tiré mi medalla allí”, relató Alí en sus memorias, escritas junto al escritor Richard Durham.
Hay, sin embargo, serias dudas de que esa fuera la verdad, dado el hecho de que Clay era muy brillante a la hora de alimentar su fama con historietas. Él alimentaba el misterio creado alrededor de la pérdida de la medalla dando distintas versiones de los hechos, pero lo único cierto fue que la medalla desapareció para siempre.
Con el transcurrir del tiempo, sólo se puede asegurar que aquel agrio incidente ocurrido en la cafetería de Louisville acercó un poco más al joven Cassius Clay en su proceso de reencarnación como Muhammad Alí. Finalmente, Alí no se quedó sin su medalla. Con motivo de los Juegos Olímpicos celebrados en Atlanta en el año 1996, Alí fue el encargado de encender el pebetero en la noche inaugural, ocasión que el Comité Olímpico Internacional aprovechó para ofrecerle una nueva medalla de oro que vino a reemplazar a la que extravió en el río Ohio o, tal vez, a la que quedó atrapada en el fondo de una laguna mental.
Antonio D. Figueroa.
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