Messi campeón al fin, ¿tocó el cielo con ayuda divina?
Frente a Reyes del Medio Oriente: Francia se regaló al “Niño Dios” para coronar al “Mesías”.
Por: ALFREDO HIDALGO NIETO
Es el día de la final de la Copa Mundial de Futbol Qatar, 2022, Estadio Lusail en su pleno abarrotado por millares de argentinos -una invasión de fanáticos del balompié- que “hinchan las gradas a rabiar”, mientras que los jeques y mandamás de la FIFA moderna, -quienes fungen como dueños del balón- sólo observan como si estuvieran viendo la película hollywoodense donde ya todos ellos saben cómo termina, pasando por sus escenas actuadas en una comedia de enredos, sin tensión ni nervios y mucho menos temor a que suceda algo terrible. Sólo comiendo palomitas muy plácidamente.
En la cancha sucede lo inesperado por los amantes del futbol de buena fe, creyentes de la honestidad de una oncena francesa encabezada por Kylian Mbappé, por todo el pueblo galo y su conocimiento de un deporte nacional pleno de orgullo: su equipo histórico se dobla como mantequilla, llegan dos goles rápidos, incluyendo el típico penal dudoso ya escrito con su todopoderoso cobrador: Messi.
Por lo menos así sucedió durante la primera parte del partido, sin embargo, en el segundo round Francia y Mbappé sacaron la verdadera cara de un equipo históricamente ofensivo, ese “les bleus” con su renovada casta valiente de hombres de ébano, los inmigrantes que mantienen su hambre de pundonor y deseos de gloria. Se puede decir que revivieron después de ese horrible arranque tan miedoso, desconocido y triste que nadie comprendió.
Así la selección multiétnica logró dos rapidísimas dianas para el empate, cortesía de su máxima figura, se fueron a los tiempos extras y los dos colosos en pugna franco-argentina anidaron un tanto por bando, para culminar con un trepidante tres-a-tres. La serie de penalties ya estaban definidas por un guion cinematográfico, con toda la locura desatada en las tribunas que hicieron palidecer a quienes no contábamos con el “volado” para definir al mejor entre Lionel y Kylian.
Sin embargo, lo que asomaba como esperanza de cambiar el curso de todas las sospechas y las entreveras de una conspiración árabe a base de millonadas, se fue volviendo polvo. El resurgimiento del crack moreno del PSG al segundo tiempo no fue suficiente, aunque haya metido 3 goles y aparte el penal eliminatorio.
Las fallas infantiles de los otros ejecutores franceses a once metros, le otorgaron la corona al Rey, Messi por definición, Messi por decreto y Messi por merecimiento, porque así lo gritaban las masas del mundo futbolísitico. Nadie sabrá jamás si en este partido fueron mejores los galos o los pamperos, pero la moneda en el aire que significa un penalti así lo escribió, como si los sinos del universo hubiesen intervenido.
O quizás sólo los nervios traicioneros, al verse ciscado mentalmente y apabullado en el aspecto psicomotriz que producen las multitudes fanáticas detrás del arco para patear (también fue literalmente un volado quien decidió la portería para la tanda de tiros), que estaba a reventar de seguidores argentinos. Ello influyó definitivamente y la película se acuñó con la consagración del jugador más grande de todos los tiempos, con el tiro de Gonzalo Montiel. Este gol marcó el parteaguas del Messi debajo de Pelé y Maradona, y un segundo después, lo elevó por encima de la Historia. Derrumbando asimismo la sintética dicotomía rival CR7-Messi, se despejaron todas las dudas y ya nada podría comparar al llamado “Bicho” con el “Mesías”.
Este Mundial será recordado como el último de los dos productos por excelencia de la FIFA confrontados a su máxima expresión, donde uno terminó como cucaracha (Cristiano) y el otro ascendió a los cielos de los Olimpos balompédicos. Y en cotejo definitorio, la suerte cargó los dados para Lionel Messi, que bien pudo haber derribado la gran duda e interrogante mundial, del uso de petrodólares para intervenir en Qatar, como ya lo habían hecho los jeques para obtener esta polémica sede, acusada de violar los derechos humanos, de maltrato laboral y corrupción.
Pero esta vez, el azar del deporte más popular, cruzó la línea milimétrica de la certidumbre que nos dejó en visto, le otorgó el beneficio de la duda.