Dejemos que Dios haga su trabajo
Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Romanos 8:28
El versículo citado hoy puede ser comparado con unos lentes a través de los cuales los cristianos deben mirar y apreciar todo lo que les ocurre.
“Todas las cosas”: esto comprende desde las más pequeñas hasta las más importantes, las desagradables como las agradables. De hecho, todas estas cosas no son más que medios que Dios utiliza para nuestra formación y bendición.
Ninguna es una meta en sí misma. Este versículo nos ayuda a no enfocarnos en las circunstancias de nuestra vida, sino más bien en la mano de nuestro Dios quien las dirige. Siempre es una mano de amor, aunque durante mucho tiempo trabaje con instrumentos que hacen doler. Pensemos en el trabajo que el orfebre debe realizar para tallar y hacer brillar las piedras preciosas.
“Todas las cosas les ayudan a bien” o trabajan para el bien: el verbo en el original griego implica un trabajo, y es el de Dios. “Somos hechura suya” (Efesios 2:10), y para formarnos utiliza herramientas apropiadas.
Finalmente notemos que el versículo habla en plural. Considera el bien de cada uno y del conjunto de los creyentes. El Señor purifica y santifica a su Iglesia, y la introducirá sin mancha delante de él (Efesios 5:26-27).
Permitamos que Dios haga su trabajo en nosotros, para que seamos “hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29). Así como un escultor toma un bloque de piedra y lo transforma a la semejanza del modelo que tiene ante sus ojos, Dios quiere hacernos semejantes a Jesucristo.