Dios nos ve
¡Qué misterio es la mirada del Dios vivo! Ella lo cubre, lo penetra todo, desde la inmensidad del universo hasta los lugares más secretos de nuestra mente. Él ve lo que motiva nuestras expresiones, nuestras actitudes, lee en nuestros corazones. Distingue la expresión de la intención, la máscara de lo real. Discierne nuestras motivaciones más escondidas, nuestros pensamientos más íntimos. ¿Cuál es nuestra reacción a esa mirada de Dios? Podemos tratar de huir de él, de no pensar en él, o vivir como si no existiese, negar incluso su existencia.
Al contrario, si conocemos su amor redentor, podemos buscar la mirada de Dios, es decir, tratar de vivir de una forma que le agrade, estando atentos a lo que él nos dice en la Biblia. Pues sabemos que Dios nos mira con bondad. Podemos dejar todo en sus manos: nuestras alegrías, tristezas e inquietudes. Pero escuchemos también a nuestra conciencia. Si nos reprocha tal palabra o acción, digámoselo a Dios y pidámosle su ayuda para corregirnos.
Dios ve el mal y lo juzga, pero “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados” (1 Juan 1:9). La mirada de Dios no me descubre ante los demás. Es una mirada protectora que previene del peligro. Ser visto por él no significa ser juzgado, al contrario, significa ser amado y protegido. Cuanto más conozcamos a Dios, tanto más desearemos vivir bajo su mirada, por la fe.
Dios “ama la rectitud, y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados” (Salmo 37:28).